"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)
Querida Cristi:
A propósito del capítulo 4 y tu participación al mismo te comento en primer lugar que me da mucho gusto que no te asuste el planteamiento de Lenaers respecto a las palabras de la Biblia, que es muy fuerte y cuando hay una fe infantil sí asusta.
Como dice Lenaers, las palabras de la Biblia no contienen oráculos o dictados divinos como nos lo habían enseñado sino que son testimonios de quienes vivieron una cierta experiencia en torno a Dios. Esto significa un gran cambio en la raíz de nuestras convicciones de fe, ya que considerábamos que todo eso era “Palabra de Dios” y que por tanto no teníamos que dudar de ella y además teníamos que obedecer.
En realidad creo que la esencia es más sencilla de lo parece, pero no por eso menos profunda, como dice Lenaers en el capítulo 2: el mensaje más profundo y enriquecedor, al que él le llama el LOGOS o núcleo de la fé, es el “encuentro vivo y siempre nuevo con la realidad divina”, creo que esa es la esencia del cristianismo, todo lo demás es relativo, o sea que será bueno en cuanto nos facilite ese encuentro.
Este núcleo de la fe, o sea la experiencia viva del encuentro personal con Dios, es lo verdaderamente importante, este es el mensaje o el núcleo de nuestra fé, eso es lo que significa ser cristiano, tener o querer tener, o ir teniendo, una relación con Jesús que nos facilite el encuentro con Dios, que en palabras de Jesús es “ABBÁ”, así como Jesús fue caminando en su relación con El.
Si para eso te ayuda tu iglesia, qué bueno, si no es así, creo que no necesitas de ella y puedes buscar donde se te facilite más este encuentro.
Pero también creo que para una fe adulta no es suficiente el vivir la experiencia del encuentro si ésta no te lleva al compromiso con el hermano y también es necesario que a partir de esta experiencia de encuentro nos pongamos a despojar esa fe de toda la carga mitológica que la ha deformado y que nos dificulta muchas veces la relación por oponerse a lo que descubrimos dentro de nuestra conciencia.
El peligro como dices es ya no saber qué es lo importante y desechar todo, es decir. “«arrojar fuera al niño junto con el agua del baño». Pero el creyente de la modernidad se pone a buscar al niño, o sea el LOGOS o el NUCLEO del mensaje, que como dice Lenaers y toda la teología actual, no es una afirmación intelectual sino una experiencia de encuentro.
Respecto al capítulo 4 creo que podemos decir que Dios se «revela», pues él se comunica, se da a conocer en la profundidad de nuestra psiquis humana, y esta revelación sube hasta nuestra conciencia. Pero esta conciencia está acuñada y determinada por la cultura y por la identidad del sujeto. Es por ello por lo que el habla de Dios se hace escucha, interpretación y expresión humana con todas las características de este proceso, y en consecuencia con toda la ignorancia, falibilidad y fragilidad que le son propias, y más aún,
contaminada por un complemento de mala voluntad y egoísmo.
Como dice Lenaers: “Para el creyente moderno ya no hay un Dios que venga a intervenir desde su otro mundo en el nuestro, para revelar verdades, escuchar oraciones, premiar a los buenos y castigar a los malos, bajar a la tierra en forma humana, vivir en el mundo de los humanos, suspender sus leyes...
Para el creyente moderno todo esto es pensamiento mítico superado, antigua mitología cristiana, a menudo poética y enternecedora, otras veces irritante, y a veces muy extraña. No está superado este pensamiento por ser pensamiento mítico, sino porque el lenguaje de los antiguos mitos cristianos choca demasiado duramente con la experiencia actual de la realidad.
El creyente moderno quiere encontrar la riqueza que yace enterrada en ese lenguaje mítico, para hacerlo accesible al siglo XXI. Su lenguaje también va a ser mítico. Como se ha dicho, no se puede hablar sensatamente del milagro original sino en figuras y por tanto sólo en mitos. Esto debe darse hoy en las figuras y mitos del XXI, para abrir la mirada de la gente de este siglo. Algunas veces el creyente moderno utilizará elementos del antiguo lenguaje mítico, pero lo hará en forma conscientemente metafórica, y no pensará que está describiendo o narrando acontecimientos reales, como todavía lo hacen muchos creyentes y hasta jerarcas de la Iglesia. Pero la mayor parte de las veces, el creyente moderno debe abandonar este lenguaje y ponerse a buscar uno mejor.
Al emprender esta búsqueda, es importante saber que no podemos seguir pensando como persona moderna en el marco de un sistema heterónomo, sin caer en una penosa contradicción con nosotros mismos.
Como tú dices y Lenaers afirma, efectivamente Dios se revela, pero El se comunica, se da a conocer a cada uno en la profundidad de nuestro ser , el misterio de la vida
Qué bueno que puedes fácilmente identificar pasajes del Nuevo Testamento que han sido decisivos para tu vida, estoy segura que has tocado el verdadero sentido de esos textos, a pesar de la forma en que fuimos educadas en la fe.
jueves, 24 de junio de 2010
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