lunes, 10 de octubre de 2011

COMENTARIOS DE ELISA ZEAVERT AL CAPÍTULO XVIII

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

ORACION


El estar en la búsqueda de una Fe Adulta, me lleva a plantearme también la relación que sostengo con Dios.

Es verdad que de niña, esa imagen de Dios Paternal, Protector, Poderoso, al cual, recurría cada vez que la vida me encaraba con retos, sintiéndome pequeñita , incapaz ¡ Hoy, esa percepción es distinta, porque encuentro a un Dios que ama, mucho más de todo lo que mi mente pueda comprender, un Dios que me conoce a fondo, que conoce mis necesidades, que está en espera que yo lo encuentre. ¡Qué sentido tiene el de pedir?

Oración, se ha manifestado como una experiencia humana, en todas las religiones, orar, es conectarse con nuestro Ser Superior, es encontrar el refugio de silencio y paz, que descubrimos en nuestro interior.

Sin embargo, al reconocer nuestra pequeñez, pedimos todo lo que a nuestra manera de percibir carecemos, pensamos en satisfactores de nuestras necesidades, más que en la acción misma, pues es la oración la que permite a Dios penetrar en nuestro ser colmándonos de su Energía Sanadora.

Dios nos crea para crecer hacia la plenitud, y ser Uno con El. En nuestro interior, hay una necesidad imperiosa, que nos atrae hacia el Misterio Divino, y en el momento en que nos abrimos, y nos vaciamos de nuestro yo, (ego) reconociendo nuestra impotencia y pequeñez ante el CREADOR, es entonces cuando El puede llenarnos con su Espíritu Divino.

Jesús en Lc.11.13 dice “Dios va a dar su Espíritu a quien se lo pida”.

¿Puede la oración cambiar el rumbo de los acontecimientos? Si puede, pero tiene que venir, del fondo de nuestro ser, el deseo de creer, ésto no es fácil, muchas veces pedimos únicamente con el pensamiento, sin realmente sentir el fuego interno de la Fe, en lo que estamos pidiendo,. Jesús al hacer una curación, siempre les decía:”Tu Fe te ha salvado”. La Fe es energía, es vida que penetra en todo el ser y produce la sanación. Como en Lourdes y Medujorge que se dan las curaciones en un clima de Fe y una energía colectiva muy fuerte.

Sabemos que el ser humano, vive un proceso de crecimiento y desarrollo, y que se manifiesta en esos momentos de insatisfacción, donde se da cuenta de su carencia física, emocional, espiritual, y con el deseo de liberarnos del dolor y miseria, que nos produce ese estado, buscamos satisfactores, estados de conciencia de paz y armonía- Esta búsqueda de plenitud, sólo se va a dar cuando estemos unidos a Dios, cuando seamos uno con El.

En este capítulo Lenaers, nos hace ver que no somos conscientes de esa Necesidad Profunda que tenemos de Dios, y que todos esos estados de insatisfacción y búsqueda de satisfactores, es parte de descubrir que lo único que necesitamos es el AMOR INCONDICIONAL DE DIOS, Y cuando lo encontremos estaremos en la plenitud de nuestro ser.

ORACION POR OTRAS PERSONAS.

EL Universo está unido, todas las realidades están vinculadas, nosotros somos energía, en el momento que nuestras vibraciones se mueven hay movimiento en todo el cosmos, el estado dinámico es lo que nos caracteriza a todos como seres vivientes. Cuando nuestras peticiones se concretan en ese pensamiento positivo , abrimos un torrente de energía creadora.

Somos conductores de energía, en la medida en que nos abrimos y conectamos con Dios, esa energía sanadora armoniza nuestro ser. Pero tenemos que considerar, que muchas veces, hay pensamientos, bloqueos, que evitan que llegue la luz y penetre a todo nuestro ser.

En la tradición católica encontramos los intercesores, que son como mediadores, ante la idea de que nuestra oración no fuera escuchada quizá en el caso, de sentirse culpable, o también de identificación con el mediador, para muchos la Virgen María, constituye este papel de

Dios es el Amor Original, que penetra con su Espíritu el Universo entero, y que trata de manifestarse plenamente en cada ser.

Por último, el autor manifiesta, su preocupación de cómo la Jerarquía eclesiástica ha calificado al “Santo por su alta espiritualidad y signo de vida de admiración.” Sin embargo muchas personas no han sido canonizadas, y sin embargo su ejemplo de vida, ha dejado gran huella en la humanidad, y considero que más que ponerles un altar, y adorarles, reflexionar en aquellos logros que nos pueden dar luz en nuestro propio proceso de humanización. En la historia de la humanidad, hay muchas personas que no perteneciendo a la religión católica, han dado tenido vidas ejemplares, de las cuales podemos aprender mucho y lograr vivir de tal manera que podamos dejar un legado para las generaciones futuras. DE GOTITAS ESTA FORMADO EL OCEANO.











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jueves, 6 de octubre de 2011

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

COMENTARIOS DE MA. DE LOURDES JIMÈNEZ C. AL CAPÌTULO XVII

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

 Psiquicamente Enfermo o muy cerca de Dios, del Libro del P. Lenears, Otro Cristianismo es Posible.


Este capitulo que trata sobre el sentido y significado que tiene para el católico hoy en día, la mortificación, el sacrificio y la penitencia como medio de obtener el perdon de Dios por nuestro pecado, nuestra pequeñez y nuestra limitación, coincido con el P. Leaners que no son propias de una concepción del Dios de amor que sabemos por Jesucristo, que es el Dios Cristiano, el Dios Trino y amoroso que se nos da sin condiciones, que es todo misericordia sin limites y amor sin medida, un Dios que no quiere sacrificios ni penitencia de nosotros darnos y mostrarnos su amor y misericordia sin medida, que lo único que quiere para nosotros es una vida en el amor para el prójimo y para nosotros mismos, una vida con sentido y plenitud para todo ser humano.



El Dios del perdón condicionado al sacrificio, la auto-humillación y penitencia es un Dios mas humano que divino, es un Dios concebido por el hombre de acuerdo a sus categorías y conceptos humanos, que piensa, actúa y se comporta como un ser superdotado, todopoderoso y soberano, consciente de su grandeza y omnipotencia sobre sus súbditos, que todo lo controla, lo tiene a su servicio y por tanto, lo quiere a su gusto, placer y gozo, por lo que ante cualquier desviación a su plan u orden de vida, le desata en su colera y enojo, y no se contenta hasta que el transgresor confesa su culpa, la expia y se vuelve a someter a sus designios. Ese no es un Dios de amor, sino un Dios soberbio de su poderio y fuerza, enamorado solamente de si mismo y para si mismo, que utliliza a todos los seres de la creación, como sus siervos y subditos, que alaban y embellecen su corte y su reino.



Ese definitivamente no es el Dios que Jesus nos vino a enseñar como el Dios del amor y de la vida plena para sus hijos y criaturas; el Dios que está entre nosotros, que vive en nosotros y que nunca nos abandona, a pesar de que nosotros si lo olvidemos, lo ofendamos o inclusive lo neguemos, por que no lo podemos comprender, abarcar o entender, pero que por Jesucristo sabemos que es el que nos ama por encima de todo, que nos perdona de antemano nuestras fallas y pecado, y que en ese perdón sin condiciones, nos muestra que lo único que quiere para nosotros es una vida plena en el amor a nosotros mismos como a nuestro prójimo, que sea cada vez mas humana, significa que se desarrolle en el amor entre los hombres, en la justicia y la compasión para los que mas lo necesitan y sufren. Esa es la vida plena que Jesus vino a instaurar y la que entendemos como la vida de salvación para la que estamos todos destinados, la vida en el amor de Dios para hoy y para siempre.



Pero esa vida en el amor al prójimo y a nosotros mismos como forma de reflejar el amor de Dios por y en nosotros, y no una vida sujeta a controles y cortapisas que solo dan poder y autoridad a aquellos que nos controlan y vigilan en nombre de un supuesto Dios de amor y del bien supremo, no requiere de una cultura de la redención, de sacrificio, y de expiacion de culpa y de pecado, esto como ya lo señalamos no es congruente ni propio del Dios verdadero que conocimos en Jesus, esa vida en el amor y la compasión por el projimo como por nosotros mismos, requiere de una culltura de entrega y desprendimiento del amor propio por el amor al prójimo, de cuidado y compasión por el desvalido y marginado, de inclusion y aceptacion del otro como diferente a mi mismo, pero que me complelmenta, me acompaña y me hace mas humano, requiere de una cultura de agradecimiento y alabanza a Dios por la vida que nos da y que permite que nosotros la construyamos a nuestro gusto y para el bien de todos, por los innumerables dones y gracia que a cotidiano recibimos y que nos ayudan a hacer de nuestro de camino por la vida, una senda de amor, alegria y bienestar para todos los que vamos juntos en ese camino de plenitud y salvación que es la union plena con ese Dios de amor que parece inconcebible e inalcanzable, pero para el que siempre hemos estado destinados a regresar, y al que regresaremos.



Por estas razones, es que pienso que al cristiano de hoy mas que el Dios que pide sacrificios, de la mortificación, penitencia y reconocimiento de culpas para dispensar su perdón y expiación del pecado, requerimos recrear y reforzar en la vida misma, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo,a ese Dios de amor incondicional y misericordioso sin medida que quiere para nosotros la vida plena, la vida buena y abundante en amor y compasión por el prójimo, como una forma de alabar y recrear ese amor de Dios en nosotros.



No es que se niegue ni se minimize la existencia del pecado y del desamor entre los hombres, que solo daño, alienación y muerte propaga, y que nosotros lo encendemos, y lo fomentamos, sin que después nos podamos salir de ese circulo vicioso por nuestras propias fuerzas, por ello si creo que sabiendo que este mal existe y que nosotros solos no podemos controlar, es que debemos insistir en hacer presente y vivo en nuestra conciencia que con el amor de Dios que vive y actúa en nuestro ser, podemos revertir el mal generado, combatirlo y eliminarlo, y que el camino siempre es compartir el amor de Dios en nosotros con el prójimo, ser compasivo a su dolor y sufrimiento, y hacerme uno con el en ese camino de sanación y recuperación del amor negado o perdido.

martes, 4 de octubre de 2011

APORATACIÓN DE ANA LAURA JIMÉNEZ C. AL CAPÍTULO XVI

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)
Hoy se está perdiendo la “conciencia de pecado” nos dicen con preocupación algunos agentes de la evangelización. Algunos párrocos recomiendan a sus catequistas que introduzcan puntos de vista y lenguajes más modernos en su tarea evangelizadora, siempre y cuando los niños no pierdan “la conciencia de pecado”. Yo creo que tienen razón en preocuparse ya que es cierto que se está perdiendo esta conciencia , pero esto no se debe ni a la secularización ni al olvido de Dios, y sí creo que la razón de tal preocupación tiene mucho que ver con la preocupación de perder el control que ha tenido hasta ahora la jerarquía eclesiástica.

Creo que concepto de pecado debe de replantearse no sólo desde lasa ciencias humanas especialmente la psicología que nos dice que las conductas destructivas del ser humano son básicamente resultado de la falta de satisfacción de necesidades básicas, sobre todo de la necesidad de amar y ser amado, sino sobre todo desde una teología “teónoma” como diría el Padre Lenaers, , y en este replanteamiento podría resultar para algunos como yo que ya no tiene sentido el seguir hablando de “pecado” y menos como un concepto central en la doctrina cristiana de la fe.

Existe la tendencia a abordar la realidad del pecado reduciéndolo a sus consecuencias éticas y no mirando su raíz, por lo que es necesario plantear esta realidad desde su realidad ontológica, es decir, desde su fundamento. ¿Quién sabe lo que es el pecado?” decía en la Vulgata, el verso de un salmo que ha hecho meditar a generaciones de cristianos. ¿Quién se da cuenta de sus yerros? (Sal. 19, 13) Al menos una cosa se puede responder con seguridad que ni el hombre, ni tampoco ninguna teología, ética o filosofía pueden explicar lo que es el pecado.

El Padre Lenaers nos dice que desde un lenguaje teónomo, figurado pero más intramundano y más acorde con los tiempos, detrás de lo que hemos llamado “pecado” se esconde esencialmente la angustiosa experiencia de una ruptura en la relación entre el ser humano y su fundamento original y santo. La Biblia introduce al ser humano en la historia de la creación como hecho a imagen y semejanza de Dios, esto significa que la naturaleza fundamental de nuestra naturaleza es que lleva inscrita en ella a Dios como destino suyo. Creo que la diferencia entre el ser humano y cualquier otra criatura es que su humanidad o naturaleza humana consiste en su relación con Dios, es decir, el género humano no se apoya o se basa en sí mismo, sino en la relación del ser humano con Dios. SI CESA LA RELACIÓN EL SER HUMANO NO ES YA LO QUE CORRESPONDE SER. Aunque muchas voces a lo largo de nuestra historia han negado esta realidad, la perspectiva de una fe cristiana adulta es que el ser humano, desde el primer momento de su existencia, se manifiesta como un SER EN RELACIÓN, es decir, que empieza a existir gracias a otro e inmerso en la realidad de otro que le acoge. De aquí que el aislamiento y la ruptura de relaciones no sean lo propio para el desarrollo de la persona humana, CUYA POSIBILIDAD DE PLENO DESARROLLO SÓLO PUEDE DARSE GRACIAS A LA RELACIÓN, que no es sino la referencia a Otro, a Dios que es “Todo en Todo” (l Cor 15,28) Dicho de esta manera, la naturaleza humana del hombre, en este mundo, consiste en una RELACIÓN DE AMOR CONFIADO HACIA DIOS y en AMOR DIVINO HACIA EL HOMBRE.

Cuando el hombre se aparta de Dios la imagen se deforma y se rompe. Si Dios se apartara del hombre, su imagen se perdería completamente y el hombre dejaría de ser humano para siempre. Desde esta perspectiva, en cualquier relación, a cualquier nivel de relación de que se trate, sea cual sea la relación en que se viva, PODRÍAMOS ABORDAR EL PECADO COMO EL NO RECONOCER QUE DIOS ES TODO Y QUE EL SER CREADO ES EL SER PARTICIPADO Y QUE LO TANTO DIOS ES TODO EN CADA RELACIÓN, en cada uno de nuestros actos, como finalidad y como método. De esta manera podemos entender el pecado como el no reconocer a Dios como origen, es decir, como motivo y como finalidad. El pecado es idolatría de nosotros mismo y en la Biblia se le resume en último término como idolatría, y es “el padre de la mentira” quien actùa para extender la posibilidad racional de la idolatría.

Pero la buena noticia que nos trae Jesús nos devela el AMOR misericordioso del Dios creador que es Padre, que es nuestro origen y nuestro Destino, nuestro acompañante perenne. “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Esta es una afirmación suprema del Amor creador y ¿qué es lo que le pueden añadir las palabras misericordia, perdón, expiación, reparación, etc., a la palabra amor? Nada. Sin embargo, la palabra “misericordia” sí le puede añadir algo al amor: el factor del misterio por el que todas nuestras medidas e imágenes se rompen. La misericordia es la actitud que tiene el Misterio ante cualquier debilidad, olvido o error humanos: DIOS, FRENTE A CUALQUIER DELITO QUE COMETA EL HOMBRE, LE AMA. Es por eso que no se puede mendigar a Dios Padre más que abandonándose a su misericordia.

domingo, 2 de octubre de 2011

A PROPÒSITO DEL CAPÌTULO XVI APORTACIÒN DE MA. DE LOURDES JIMÈNEZ C.

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

Comentarios al Capitulo XVI, "El Camino de la Curación Interior"


En este capítulo XVI de su libro, Lenears se refiere a que el uso de conceptos como "Pecado" "Culpa" "Confesión", "Contrición", "Perdón", "Salvación" o "Condenación", están todos cargados de contenidos e imágenes heterónomas, y que en su opinion, estos conceptos asi concebidos, hoy tienden a desaparecer y a eclipsarse ante la perdida de la llamada "conciencia del pecado" que caracteriza a estos tiempos de la actualidad. La razón, dice Lenears, es que son conceptos que han perdido su contenido y significado para el cristiano moderno, que son claramente terminos y expresiones de origen heterónomo, es decir, que nos llegan desde afuera y arriba, y no desde la vivencia de un Dios de amor y misericordia sin limites que para los cristianos se expresa y realiza a plenitud en la persona de Jesus de Nazaret. Para el cristiano de hoy estos conceptos en lengluaje heteronomo no le dicen ni le reflejan nada de ese Dios de Amor que es Jesus y el Padre, por eso no es de extrañar que cada vez estos conceptos se vayan vaciando de contenido, significado y sentido, y que acaben finalmente por nulificarse y hacerse letra muerta, pues no son representativos de ese Dios de amor en el que todos creemos y experimentamos a través de Jesus.

Coincido plenamente con Lenears en que todos estos conceptos requieren, o bien reformularse y explicarse en un sentido mas "teonómo", es decir desde abajo y adentro del corazón del hombre, y que es el caso del pecado, del perdón, de la culpa, la redención o la salvacion, y que hay otros conceptos que deben desaparecer del lenguaje cristiano, como son, en mi opinion, el de la Confesión obligatoria, el del pecado original y hereditario, el del pecado mortal o grave que de no haber sido perdonados a la muerte, producen la eterna perdición, o de los pecados "del espíritu", que ni siquiera en el cielo pueden ser perdonados, de la penitencia, castigo eterno y condenación, que son todos conceptos ajenos, e, inclusive, contrarios con la idea de un Dios de amor y misericordia sin limites, que se da y se entrega sin medida y sin condiciones a sus criaturas y que como Padre por excelencia, todo lo perdona, todo lo da y se entrega sin limites para la gloria y plenitud eterna de sus hijos, por lo que la idea de un Dios que solo está esperando la contrición, el reconocimiento y la humillación de sus hijos pecadores, ignorantes y debiles, para así ser congraciado y aplacado en su ira, habla de un Dios violento y castigador con el hombre, que está muy dispuesto inclusive a condenarlo si es que este no se arrepiente de sus pecados, propio de un Rey o Soberano mas humano, de un "potentado terrenal" como dice Lenears, y no del Dios del amor sin medida cuyo rostro nos ha enseñado Jesucristo.
El pecado como ruptura de la relación con Dios, es un problema como dice Lenears mas del hombre que cae en la cuenta de su acción o conducta para con Dios que es todo misericordioso y que ello mas que incomodar a Dios, le produce al hombre que peca, una angustia y miseria existencial que lo hunde en el mas horrible desamparo y soledad, por lo que solo querrá restablecer su relación que estima perdida con Dios, y no un motivo de cólera y enfado para Dios que debe ser apaciguado, aplacado y contentado para que reciba de nuevo al pecador en su cuidado y amor. Ese no seria ni siquiera la reacción natural de un padre terrenal con el hijo que le ha fallado, cuanto menos podría ser la reacción del Padre de los cielos. Por su parte, el perdón que nos da el Padre ya ha sido dado de antemano al hijo desde su creación amorosa, el pecador ha sido perdonado inclusive antes de haber pecado, pues ese Dios de amor lo único que quiere para sus criaturas es su bien total y pleno, por eso a pesar del hombre ese Dios siempre lo estará atrayendo, buscando, perdonando y acogiendo.
Por cuanto a la confesión como sacramento, Lenears la llama mejor como el sacramento de la sanación, de la renovación y curación y lo ve, mas que debiendo ser una exigencia que le viene al hombre desde afuera, una decision libre y voluntaria del hombre que cae en la cuenta de su pecado y debilidad y que arrepentido de su rechazo al Dios que lo ama, quiere restablecer esa relación, sanar su alma y regresar al regazo de su Dios, que por cierto, nunca lo habrá abandonado, y que, por el contrario, en cuanto más debil y frágil este su criatura, mas estará buscando su regreso a la armonía y paz de su corazón, mas presto estará haciéndose presente y cercano para curar su aflicción y angustia.

Estas son las formas y términos en sentido teonómico, como yo entiendo al pecado, la confesión y el perdón, como el deseo que sale del hombre de curar su pecado, de expiar su culpa, y mostrar su arrepentimiento, de ahi su necesidad de confesar su pecado, debilidad y rechazo al amor de Dios en su vida, para así restablecer en lo interior, la certeza de ese amor que nunca se extingue, que siempre le está listo y presto para extender y acoger en su debilidad y limites, por que de El somos y a El estamos en camino de regresar, aun cuando no lo sepamos o queramos expresar, por que el amor de Jesus y del Padre por conducto de su Espíritu, no tiene limite, ni condición, ni medida, es total, pleno y absoluto para con sus criaturas.