martes, 22 de febrero de 2011

APORTACIÓN DE LOURDES ADÁN AL CAPÍTULO 10

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

Comentarios al Capítulo X. Una pirámide invertida.

La “Santísima Virgen y Madre de Dios, María”

Pienso, como Lenaers, que es verdad que todos los títulos que se le han ido dando a María, desde Efeso (430 d. C.), el de “Teotokos” (Madre de Dios), hasta el último dogma mariano de 1950, la “Asunción a los cielos por los ángeles”, y pasando por los títulos de “Virgen antes, durante y después del parto” y el de la “Inmaculada Concepción”, han surgido de una base bíblica débil, puesto que muy poco se habla de María en los Evangelios. Todos estos títulos y dogmas la han alejado tanto del resto de los mortales, que se ha visto siempre a María como una persona especial e inalcansable. Sin embargo, para la jerarquía es un modelo de mujer a su alcance, a pesar del celibato, o tal vez por eso mismo, y una mujer “esclava de Dios”, a sus ojos machistas.

Además de lo anterior, debemos siempre tomar en cuenta las circunstancias históricas en las que todos estos dogmas o títulos marianos han surgido y de las que nos habla con toda claridad Lenaers, para tener un criterio más claro y más real de la figura de María en la Biblia y en nuestra devoción y veneración hacia ella.

Pienso que, más allá de todo título y de todo pensamiento romano hacia la Madre de Jesús, lo que hace a María excepcional y digna de veneración es el hecho, en primer lugar, de haber llevado en su seno a Jesús, nuestro Jesús, nuestro amado Jesús, y, que, sin duda, fue una madre excepcional y especialísima por habernos dado tal hijo. Sin duda una madre y una esposa llena de ternura y de sabiduría para criar y tener una familia capaz de haber hecho de Jesús un hombre libre y liberador, compasivo y valiente.

Puedo imaginarme a María como una mujer fuerte para resistir momentos difíciles y con un corazón compasivo para ver en los otros sus necesidades y sufrimientos y ser capaz de compartir su vida y su amor con los más necesitados. Puedo imaginarme a María siendo una esposa amorosa capaz de cooperar con José en sus esfuerzos por ser un padre y un esposo bueno; puedo imaginármela piadosa y sencilla ante Dios, pero de enorme talla e intransigente ante las injusticias y abusos de los poderosos y de los que se decían líderes religiosos; puedo imaginármela capaz de luchar por la dignidad de los menospreciados y discriminados; puedo imaginármela compartiendo sus propios pocos bienes con los más necesitados; puedo imaginármela luchando por construir una sociedad más justa y más equitativa; puedo imaginármela, en fin, como una mujer valiente y decidida para enfrentarse a todo lo que a sus ojos era injusto y recriminable y enseñando a Jesús desde pequeño, a tener los sentimientos y las actitudes de una corazón generoso, solidario y compasivo.

Por todo esto, porque fue una mujer tan humana como yo, y por seguramente mucho más que vivió y compartíó María con José y con Jesús, es para mí, muy digna de veneración, respeto y profunda admiración.

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