"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)
Comentarios al Capítulo X. Una pirámide invertida.
La “Santísima Virgen y Madre de Dios, María”
Pienso, como Lenaers, que es verdad que todos los títulos que se le han ido dando a María, desde Efeso (430 d. C.), el de “Teotokos” (Madre de Dios), hasta el último dogma mariano de 1950, la “Asunción a los cielos por los ángeles”, y pasando por los títulos de “Virgen antes, durante y después del parto” y el de la “Inmaculada Concepción”, han surgido de una base bíblica débil, puesto que muy poco se habla de María en los Evangelios. Todos estos títulos y dogmas la han alejado tanto del resto de los mortales, que se ha visto siempre a María como una persona especial e inalcansable. Sin embargo, para la jerarquía es un modelo de mujer a su alcance, a pesar del celibato, o tal vez por eso mismo, y una mujer “esclava de Dios”, a sus ojos machistas.
Además de lo anterior, debemos siempre tomar en cuenta las circunstancias históricas en las que todos estos dogmas o títulos marianos han surgido y de las que nos habla con toda claridad Lenaers, para tener un criterio más claro y más real de la figura de María en la Biblia y en nuestra devoción y veneración hacia ella.
Pienso que, más allá de todo título y de todo pensamiento romano hacia la Madre de Jesús, lo que hace a María excepcional y digna de veneración es el hecho, en primer lugar, de haber llevado en su seno a Jesús, nuestro Jesús, nuestro amado Jesús, y, que, sin duda, fue una madre excepcional y especialísima por habernos dado tal hijo. Sin duda una madre y una esposa llena de ternura y de sabiduría para criar y tener una familia capaz de haber hecho de Jesús un hombre libre y liberador, compasivo y valiente.
Puedo imaginarme a María como una mujer fuerte para resistir momentos difíciles y con un corazón compasivo para ver en los otros sus necesidades y sufrimientos y ser capaz de compartir su vida y su amor con los más necesitados. Puedo imaginarme a María siendo una esposa amorosa capaz de cooperar con José en sus esfuerzos por ser un padre y un esposo bueno; puedo imaginármela piadosa y sencilla ante Dios, pero de enorme talla e intransigente ante las injusticias y abusos de los poderosos y de los que se decían líderes religiosos; puedo imaginármela capaz de luchar por la dignidad de los menospreciados y discriminados; puedo imaginármela compartiendo sus propios pocos bienes con los más necesitados; puedo imaginármela luchando por construir una sociedad más justa y más equitativa; puedo imaginármela, en fin, como una mujer valiente y decidida para enfrentarse a todo lo que a sus ojos era injusto y recriminable y enseñando a Jesús desde pequeño, a tener los sentimientos y las actitudes de una corazón generoso, solidario y compasivo.
Por todo esto, porque fue una mujer tan humana como yo, y por seguramente mucho más que vivió y compartíó María con José y con Jesús, es para mí, muy digna de veneración, respeto y profunda admiración.
martes, 22 de febrero de 2011
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