martes, 22 de febrero de 2011

APORTACIÓN DE ANA LAURA JIMÉNEZ C. AL CAPÍTULO 10

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

Creo que la Mariología, o sea la doctrina de la Iglesia sore Marìa, no fué elaborada por mujeres, sino por varones que no estaban casados, por individuos que no tenían relación alguna con el matrimonio, por personas que han creído que su propio estado célibe es de mayor valor que el matrimonio. Sin embargo María fue una mujer casada y parió un hijo. Pero aceptar eso, tal como lo encontramos en las Escrituras, significaría que María llevó una vida ajena al celibato, incluso contraria a el. De ahí que fué preciso reformar la imagen de María que presenta el Nuevo Testamento. Le quitaron el parto del único hijo que le reconocieron, ella no podía dar a luz como las mujeres traen sus hijos al mundo, pues ello habría dañado su “virginidad en el parto” y consiguientemente su “virginidad perpetua”. Para los que elaboraron esta doctrina, el himen de María no se rompió durante el parto, de lo contrario ella estaría tan dañada y mutilada como las demás mujeres que tienen hijos. Así se le ha privado de algo decisivo como mujer y consiguientemente, como ser humano, así a la madre se le priva de su maternidad creyendo con ello excluirla de la maldición que, según los celibatarios, pesa sobre la maternidad normal de las mujeres normales y que es resultado de la maldición del pecado original. . Pero esta maldición es sólo una fantasía neurótico-sexual.



Los celibatarios quisieron pintar una imagen de María que no tuviera nada en común con el retrato de otras mujeres, y ciertamente lo consiguiron, pero con ello desfiguraron un rostro humano hasta hacerlo irreconocible. Es posible que la veneración de una sola mujer pura, frente a todas las otras impuras y en contraste con ellas, pueda servir de ayuda a una existencia celibataria desierta de mujeres, para la que esa ausencia significa con frecuencia una parte de la soledad humana, pero es absolutamente indudable que los celibatarios han causado daños a otras muchas personas con esa pintura. Tal vez haya personas con nostalgia de la imagen de una Reina del cielo, pero es inmensamente mayor el número de las que ansían una persona con formato humano. Cuántos habrían podido encontrar en una representación de María menos milagrosa, pero más verídica, la imagen de una persona verdadera , a éstos se les privó de la posibilidad de tal encuentro al ofrecerles la doctrina de un portento natural incomprensible y, por tanto, carente de significado para la vida real. A causa de ese déficit en la mariología, se imposibilita al cristiano vivir la fe en la medida en que María tiene que ser para él un modelo concreto para su fe. ¿Còmo podrá reconocerse en María una mujer si se canta a María en la letanìa lauretana como la “mater inviolata”? Esto significa que todas las demás madres han sido “violatas” o sea que han padecido violencia.



Ya es hora de que en la teología católica la mariología, que ha estado patas para arriba durante demasiado tiempo, vuelva a encontrar su postura natural. Perdió su postura normal porque se convirtió muy pronto en una teología de varones, incluso celibataria. De ese modo, las deformaciones masculinas del mundo y de sus valores ocuparon en la mariología un espacio determinante. La mariología tradicional no merece el nombre de tal ya que se convirtió en una especie de antimariología, pues aunque se proponía exaltar la grandeza y dignidad de una mujer y pintarla con trazos de ciencia teológica tras un fondo dorado, en realidad se ha desfigurado con dedos toscos lo específico de la dinidad femenina, tanto en María como en todas las mujeres.

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