viernes, 16 de octubre de 2009

PARTICIPACIÓN DE ANA LAURA JIMÉNEZ CODINACH

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)


MI APORTACIÒN A LOS CAPÍTULOS 1 Y 2

En primer lugar quiero decir lo que he leído del libro del Padre Lenaers me parece interesantísimo a la vez que expresado en un lenguaje muy claro. Son muchas las inquietudes que ha despertado en mí el análisis de estos capítulos, pero también me ha llevado a fortalecer convicciones profundas que me han permitido descubrir poco a poco el valor de lo que para mí es el LOGOS o el NUCLEO del mensaje de Jesús, una vez que ha ido desapareciendo el imaginario mítico cristiano en el cual fui educada.

Hoy considero que la interpretación de las Escrituras como textos descriptivos y ligados a unas creencias determinadas han sido el principal obstáculo para pasar de una visión heterónoma a una autónoma y finalmente a una teonomía.

Considero que las diferentes religiones se formaron en una etapa de la humanidad en la que regía una visión mítica de la realidad y que sirvieron para programar y controlar los modos de pensar y de actuar de las sociedades, pero hoy sabemos que todos estos contenidos que configuraron las religiones no tienen valor descriptivo sino meramente simbólico mediante el cual comunican una verdad que no es informativa, sino espiritual.

Hoy en nuestra sociedad industrial y postindustrial las religiones tienen que abandonar su papel programador, sin embargo las instituciones religiosas siguen cautivas tanto de sus creencias como de sus mitos así como de su función programadora y controladora no sólo de las conductas sino de las conciencias humanas. Continúan sosteniendo que las creencias tienen valor descriptivo, afirman el valor real e histórico de sus descripciones, y, con frecuencia, se sienten molestas o atacadas cuando se pone en duda esa literalidad.

Para los hombres y mujeres de hoy más en contacto con la cultura y las transformaciones propias de la sociedad postindustrial, basada en el conocimiento, en el cambio continuo propiciado por los avances de las ciencias y de la tecnología, la forma en que se presenta la religión resulta inaceptable y no en sí la profunda transformación actual de la sociedad ya que ésta constituye no sólo un fenómeno natural e inevitable sino incluso beneficioso para la humanidad.

Sin embargo, el mensaje religioso se sigue presentando en un lenguaje del medievo que parte de una concepción del mundo en esa etapa de la humanidad. Creo que ésta es una de las causas principales de la crisis de la religión. Por esta causa millones de fieles hoy abandonan las religiones. Es frecuente que templos o mezquitas se conviertan en museos o en edificios civiles. Por otra parte, la rigidez de los responsables de las instituciones hace imposible la renovación.

El cambio que estamos viviendo está forzando a la humanidad a abandonar la forma «religiosa» que su espiritualidad había adoptado desde los tiempos del neolítico. En la nueva situación se está creando una nueva forma de espiritualidad, que acepta las tradiciones en su verdadero estatuto simbólico, que no es descriptivo, ni definidor de verdades o doctrinas.

La presentación desactualizada de las religiones hace que la gente las abandone. Aún así hay verdadera búsqueda espiritual y las personas permanecen abiertas a nuevas propuestas que no podrían hacer por sí mismas. Hoy aquellos a quienes nos interesa que las próximas generaciones y aún las actuales “no tiren el agua sucia con todo y el niño”, creo que debemos ayudar a encontrar respuestas, aunque sean parciales, para todas estas personas a la vez que hagan su aportación.

En relación con nuestra fe cristiana concretamente y a la persona de Jesús, creo que todas las afirmaciones referentes a El son una construcción simbólica hija de una inculturación en una civilización agrario/autoritaria, helena y romana. Pero lo difícil no es aceptar esta verdad sino vivir todo lo que se refiere a Jesús y a nuestra fe cristiana desde ese pensamiento cuando se convierte en un sentir real y cotidiano.

Nuestros antepasados tomaron a los símbolos como si fueran realmente existentes. Creo que nosotros los podemos tomar como plenamente significativos pero como afirmaciones, construidas desde unos patrones culturales ya desaparecidos, que hablan de lo que, propiamente no se puede hablar porque está más allá de las posibilidades de la estructura de nuestra lengua y es que su LOGOS resulta indecible, que puede expresarse tan sólo mítica y simbólicamente en unas categorías culturales que caducan cuando caduca esa cultura.

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