"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)
Escribí esta aportación dirigida a Ana Laura, pero desde luego también pretende ser un diálogo con ustedes, compañeros de búsqueda. Perdonen si me extiendo más de la cuenta.
Una idea de este capítulo que me “llamó” mucho fue la siguiente: “en el pensamiento
teónomo hay un solo mundo, el nuestro. Pero éste es santo, porque
es la auto-revelación de aquel misterio santo que significamos con la
palabra Dios”.
Desmenucé estas frases, saboreándolas. Copio aquí lo que escribí al respecto:
Esta sola idea me llega hondo y me conmueve profundamente.
Primero, habla de la existencia de un solo mundo y esto lo relaciono con esa conciencia de unidad que va cobrando fuerza y que me parece que, como humanidad, vamos vislumbrándola como la alternativa en que podemos acercarnos a la paz y a otros tantos valores como la justicia, la solidaridad…el amor. Por otra parte, en estos tiempos del mundo y de la Iglesia, donde en ocasiones el mal se manifiesta con elocuencia y pareciera permear la realidad en gran medida, leer que este único mundo es SANTO, es una maravilla: son palabras que encierran una esperanza inmensa, que necesitamos tanto. Si podemos hacernos más conscientes y sensibles a esa santidad de nuestro mundo, podremos escribir la historia desde un lugar diferente y más amoroso. Un lugar de más conciencia, y de un cuidado reverencial. Recuerdo ahora una idea de Heschel, teólogo judío, que dice que “la humanidad no perecerá por falta de conocimiento, sino por falta de aprecio”. Ese aprecio que no hemos alcanzado, o que hemos perdido en el camino implicaría para mí una especie de reverencia y de cuidado a la creación y va muy ligada con la conciencia ecológica que va expandiéndose en la humanidad en una forma inédita. Siguiendo con el texto de Lenaers, habla de Dios como “misterio santo”, y misterio es algo que aún siendo una realidad cercana, una presencia íntima en nosotros, es una realidad que no podemos abarcar o comprender en una forma total con nuestra mente, pero quizá sí desde nuestro ser profundo, en una forma existencial de comunión. (Misterio, según consulté en un diccionario del idioma, significa “arcano o cosa secreta en cualquier religión”, y luego especifica: “En la religión cristiana, cosa inaccesible a la razón y que debe ser objeto de fe”.)
Y termina la frase diciendo: “…la palabra Dios” y esto me recuerda una experiencia que tuve hace como año y medio, cuando estuve en Monterrey y fui con mi hijo mayor a una exposición sobre México y Egipto. Se llamaba algo así como “Isis y la Serpiente Emplumada” y el tema eran las deidades de ambas culturas, las pirámides y demás. De pronto, estando ahí me surgió una inquietud “etimológica”, al preguntarme cómo en tierra ahora mexicana, en palabras como Teotihuacán, teo significaba Dios, igual que en griego, desde antes de la llegada de la lengua española a nuestro continente.
Y bueno, verás que aquí te plasmo una de las interrogantes que he tenido desde hace tiempo, pues esta duda sobre el vocablo TEO y su coincidencia en náhuatl y griego la compartí con un maestro de la escuela de Escritores y me dijo que era así: una coincidencia (o diosidencia, como quieras). Primero había yo pensado que quizá nombres como Teotihuacán ( que significa “lugar donde los hombres se hacen dioses”) pudiera ser un nombre modificado por los españoles, pero según he encontrado no es así. Dios se nombró con el mismo vocablo en náhuatl y en griego. Esto me impacta y no sé como pudo ser así: si la explicación pudiera darse en términos de inconsciente colectivo…no lo sé pero es un tema fascinante para mí y me encantaría tener comentarios de los compañeros al respecto.
Otro tema de inquietud que me surge con la reflexión de la lectura es el de la oración, que entiendo que en su forma más “elevada” sería una experiencia de amor y comunión, y que en su forma más infantil sería de petición. Yo no he podido avanzar mucho en la práctica de la meditación, y de esa oración profunda, de diálogo amoroso, y siento que no sé orar como quisiera, aunque sí tenga en momentos una conciencia de “Dios conmigo”, dentro de formas y actividades muy cotidianas (como mientras camino en el parque en la mañana, o cuando vi ese amanecer precioso, ayer). Desde el punto de partida de que Dios no interviene en el cosmos o en nuestras vidas, me pregunto por el sentido que tienen las oraciones de petición o el “encomendarnos” con alguna intención, “poner en manos de Dios las cosas y los problemas”, pedir unos por otros, las oraciones por los difuntos…Recuerdo una frase que aprendí en el Centro “Orar como si todo dependiera de Dios y trabajar como si todo dependiera de nosotros”. Son palabras que me han hecho sentido, y ahora vuelvo a mirarlas como desde otra óptica, buscando, revisando…
Entiendo como que Dios está en nosotros dándonos el SER, y desde ahí nosotros podemos construir toda nuestra vida, incluso nuestra relación con El. Desde el otro paradigma, ¿crees que podemos pedir la luz de su Espíritu para iluminarnos en determinadas circunstancias? ¿Crees que existe una Providencia? Lenaers menciona que en el mensaje de Jesús se refleja esa heteronomía de la que trata el capítulo, y de Jesús ha sido nuestro modelo a seguir, por lo tanto creo que hemos estado inmersos en esa concepción heterónoma.
-Otro tema son tantas expresiones que usamos cotidianamente: “Si Dios quiere, Dios mediante, primero Dios, a ver qué dice Dios”…
Está en nuestra cultura, en nuestra religiosidad, y ahora me pregunto por su sentido.
-Aunque es un tema que no se ha tocado hasta ahora en el libro, te comparto que me vino a la mente la relación “Creador-criatura” que ha sido válida para mí. Hace unos meses escuché a un expositor medio esotérico que dice “Yo soy Dios”, y te comparto que interiormente rechacé la frase, quizá encontrándola soberbia. Sí creo que Dios está en mí, me veo como una criatura suya, pero no me identifico con El. Me gustaría saber cómo lo ves y te lo explicas tú.
miércoles, 28 de abril de 2010
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