"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)
Dice Leaners, en el afán de explicar lo que ha venido sucediendo con el lenguaje a lo largo de la historia del cristianismo, que “cada lenguaje, aun el cristiano, está ligado a su tiempo”.
Creo que esta idea tiene un fundamento muy fuerte y la relaciono con una opinión expresada por el escritor Delibes, que dice: "La lengua nace del pueblo; que vuelva a él, que se funda con él, porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua". Creo que algo así necesitamos que suceda con el lenguaje cristiano, mientras que hacemos nuestra propia tarea de crecimiento personal, como “parte de ese pueblo”. Leía el comentario de Joss, con el que coincido, al respecto de que a veces somos críticos hacia lo externo, sin mirarnos a nosotros mismos.
La imagen de los mellizos que pelean dentro del seno de la Iglesia me parece muy gráfica y representativa de una realidad que creo que todos hemos vivido, de alguna manera. Me gusta mucho del autor la transparencia que muestra al expresar lo que ha experimentado, como admitiendo con mucha honestidad cosas que no están bien, pero con un afán de reencontrar todo lo valioso que está guardado en el interior de ese envoltorio que se quedó obsoleto. Si, como dice Lenaers, la visión del mundo es nueva, requiere por lo tanto de nuevas formas de expresión, de un lenguaje que pueda transmitir esas visiones, esa comprensión y también esa nueva forma de cuestionar temas que por mucho tiempo fueron precisamente incuestionables, intocables y que ahora volvemos a mirar con una mirada distinta, más libre, profunda e inquisitiva.
Así, Lenaers habla de una “imprescindible renovación que debe experimentar el lenguaje eclesiástico.
Porque sin esta renovación, la Iglesia no tiene ningún futuro
en el mundo moderno”. Y esta aseveración lleva una fuerza contundente.
Aquí apunto una cita de Boff, que dice: “El universo sabe transformar el caos y el desorden en
motivo para interacciones creativas y para gastar caminos nuevos y más fecundos”.
Y en relación a la frase de Paulo VI que precisamente es el lema de nuestro curso: “Todo diálogo presupone que se esté dispuesto a aprender algo del
Interlocutor”. Esta idea de Leaners me encantó y me parece muy sencilla e iluminadora. Creo que da para mucha reflexión y revisión de mis actitudes en el intercambio con otras personas. A veces me falta escuchar con el corazón y la mente abiertos, sobre todo en ciertas circunstancias, y por eso pienso que es una idea que, al hacerla vida, puede ser profundamente transformadora.
jueves, 18 de marzo de 2010
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