miércoles, 4 de noviembre de 2009

A PROPÓSITO DE LA PARTICIPACIÓN DE ALMA

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

Es muy alentador oir decir a Alma: “quiero de todo corazón pertenecer a esta Iglesia Católica Apostolica Romana, es la fe de mis padres, abuelos y mundo que me rodea, a ella le debo mis principios y forma de relacionarme con los demás. Y cuando pienso... veo claramente que al pensar en esta Iglesia, me es importante pensar en como vivió Jesús: su relación con Dios Padre, su relación con el prójimo, su idea de justicia, su mandamiento de amor sobre todos los demás mandamientos y el concepto de llevar con el ejemplo la buena noticia, "Dios me ama" y encomendar a todos los que sigamos su manera de vivir la vida a vivir acorde a ese ejemplo.

Sin embargo, nos dice Alma, “la organización social de esta Iglesia es solo una forma humana, y cuando un concepto humano lo quiero justificar con una idea divina es donde siento que aparecen las historias fantásticas que las siento como justificaciones para tener más peso o credibilidad ante otros humanos” De acuerdo a Lenaers el origen del derrumbamiento de la gran estatua medieval es el que la Ilustración no fue aceptada por la Iglesia, a pesar de que sus principales promotores eran profundamente cristianos, la Iglesia le tuvo miedo a la razón, al desarrollo de la inteligencia, a la búsqueda, al cuestionamiento, al crecimiento de la persona y por yo también creo que, como dice también Alma Patricia, en nuestra Iglesia hemos visto cómo hay temas que se manejan como distracción para restarle importancia a lo más apremiante, como el que se le haya dado más importancia al poder que al servicio, más importancia al tema de la virginidad de Marìa sobre la igualdad entre hombres y mujeres, de lo cual se ha derivado también el darle más importancia a la moral sexual que a la moral social, más importancia al magisterio que a la espiritualidad, más importancia a la obediencia que al discernimiento, más importancia al cumplimiento de las normas que a atreverse a pensar, más importancia al rito que a profundizar en el núcleo de la fe que es el encuentro existencial con Jesús, la experiencia del Misterio Fundante de todo lo que existe, a quien como Jesús llamamos “Abbá”.

Ante este derrumbe de la estatua colosal medieval, Lenaers nos propone el surgimiento de un nuevo cristianismo, para el hombre y la mujer del siglo XXI, analizando cómo éste se desarrolló a partir del axiomas o formas de interpretar la realidad, más concretamente, la realidad de la relación de Dios con su creación: de la heteronomía (la norma viene de afuera), habiendo sido éste superado posteriormente por el axioma de la autonomía (la norma viene del propio hombre) para encontrar su consistencia última sólo en Dios (teonomía). Lenaers no disimula que este caminar requiere de valentía y nos anima finalmente con un “atrévete a pensar”, el grito precisamente de la Ilustración.

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