miércoles, 30 de septiembre de 2009

APORTACIÓN DE ALMA PATRICIA JIMÉNEZ CODINACH

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

Septiembre 30, 2009

Considero que la distancia que yo tengo con la Iglesia se debe a la forma como fui catequizada, pues solo recibí una lista de normas y prohibiciones y no una forma de tener una relación personal con Dios.
He tenido como adulto la necesidad de acercarme a la experiencia vivida por Jesús en relación a su Padre Dios, así como la de los primeros cristianos a través de Jesús.
Crecí con una serie de amenazas, como la condena eterna, que solo pusieron distancia en vez de propiciar una relación y cautela en vez de confianza, como miedo en vez de amor.
Ha sido la chispa que prende mi rebeldía, porque cuando tuve preguntas, recibí órdenes, normas y obligaciones y ante mis cuestionamientos, recibí dogmas de fe; que parecían decirme: tú cree porque lo digo yo, que soy la autoridad.
No he tenido una relación producto de un interés genuino, enamoramiento o gusto; sino de un pacto hecho a mis espaldas, por mis mayores, como un matrimonio arreglado o socialmente bien visto, económicamente conveniente.
Considero que como ser humano mis relaciones llevan un proceso; presentarme, conocer a la persona, encontrar afinidad y decidir entablar una relación, misma que debo alimentar día con día.
No creo que mi formación religiosa me haya permitido esto, sino que se brinca todo el proceso y me pide como obligación el tener una relación íntima que deberá crecer con los regalos (sacramentos) que yo debo apreciar, pues son (dicho por otros) del Dios que me ama incondicionalmente.
Creo que si se tratara del hombre con quien yo voy a pasar el resto de mi vida, nunca en mi sano juicio lo aceptaría sin importar ni los diamantes, flores o chocolates, tendría que haberlo experimentado.
Pero resulta que se trata de la relación que tendré con mi Dios, eternamente!! ¿Porqué debo aceptarlo?
Saludos Alma.

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