Después de una amplia exposición acerca de lo que Luli considera que la Tradición, ella considera que no podemos hacer de ella un “articulo de fe”, o “verdad inamovible” y “dogma”, pues como expresión o interpretación humana que es, está sujeta a un contexto y condiciones particulares y personales, culturales e históricas de los intérpretes que la formulan y, por tanto, es palabra contingente y movible, según el “espíritu de los tiempos”. Necesitamos hoy una Tradición y un Magisterio que nos de a conocer el núcleo central del mensaje cristiano que se desprende de la vida, muerte y resurrección de Cristo, pero en términos de un lenguaje actual y efectivo que llegue y sea comprendido por el cristiano de todos los tiempos, es decir, que no se quede atrapado en formulas y símbolos de comunicación que sirvieron a otras generaciones pero que ya no le dicen nada o poco al hombre de hoy y cristiano actual. Por eso, nos dice Luli, que a pesar del gran respeto que le merece esa Tradición para entender el mensaje cristiano, cuando esa Tradición deja de ser vehiculo efectivo de conexión y unión de Jesucristo con su pueblo, cuando el mensaje ya no dice nada o poco al corazón sediento del cristiano con su Dios, cuando inclusive puede ser esa Tradición percibida por los fieles como ajena, insensible o hasta contraria con el testimonio cristiano (de perdón, curación, inclusión y comprensión que fue la vida de Cristo entre los hombres), considera que no tiene por que ser considerada como parámetro a seguir por los fieles católicos, y por tanto es procedente exigir de la asamblea eclesial y de su magisterio, un cambio y ajuste a la enseñanza magisterial en términos no solo de un lenguaje más claro y accesible, sino inclusive revisionista del contenido de ese mensaje que antes canalizo directo al corazón de los fieles la doctrina de Cristo, y ahora, ha perdido esa actualidad y eficacia, por que ya no es fundamental o vital para el cristiano de hoy.
Sin embargo, Luli nos dice que esta exigencia a la asamblea eclesial y al Magisterio de realizar un discernimiento actualizado a nuestra culturam no debe ser únicamente un discernimiento subjetivo e individual del cristiano en su vivencia y experiencia interior y personal con la divinidad, sino que debe ser comunitario ya que como Iglesia, nos involucra a todos los católicos. Lenaers asigna al presidente de cada asamblea el cumplimiento de esta misión, pero cuando los presidentes de nuestras asambleas creyentes sea a nivel Iglesia Universal, como diocesana y parroquial, no cumplen su misión, tenemos que hacerlo nosotros, los laicos.
Creo que el diálogo que pretendemos en nuestro curso y a través de nuestro blog, es una muestra de cómo hoy podemos juntos, y de acuerdo a nuestra cosmovisión, ir descubriendo, como nos dice Luli, “el núcleo central del mensaje cristiano que se desprende de la vida, muerte y resurrección de Cristo, pero en términos de un lenguaje actual y efectivo que llegue y sea comprendido por el cristiano de todos los tiempos, es decir, que no se quede atrapado en formulas y símbolos de comunicación que sirvieron a otras generaciones pero que ya no le dicen nada o poco al hombre de hoy y cristiano actual.
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