Me parece un capítulo muy interesante y difícil de comentar o analizar... Sólo quiero dejar algunas breves reflexiones:
1. La muerte de Dios... Lo único que significa es que nuestra vida, lo que hagamos con ella depende de nosotros. Con la muerte de Dios aparece la responsabilidad y obviamente la libertad. Somos libres de elegir lo que queremos hacer con nuestras vidas (un poco el concepto de autonomía), sin embargo, no estamos solos... No nos podemos construir como seres humanos sin tomar en cuenta al otro que está frente a mí. Creo que ahi está el gran problema de la modernidad. Pesar en el ser humano como individuo cuando en realidad somos relación. No podemos velar sólo por nuestro beneficio. Necesitamos tomar en cuenta a los demás cuando elegimos ya que nuestras elecciones no sólo nos transforman a nosotros. También transforman a aquellos que nos rodean.
2. Me parece importante sólo distringuir entre cosmos y mundo... Cosmos se refiere a la dimensión espacial que forma el universo. Debemos añadir otras dimensiones, como la del tiempo entre otras. Y mundo es el espacio donde habita el ser... Por lo tanto hay una diferencia. Mundo implica relación... El ser no existe sin relación. Como seres humanos que somos, estamos arrojados a un mundo con el cual nos relacionamos, y estamos arrojados con otros seres que me son similares ontológicamente y como uno de estos atributos, también están en relación conmigo.
3. Y referente al tema de la teonomía, me parece importantísimo hablar de ella directamente. Teonomía es vivir con el conocimiento y la confianza de que Dios es siempre presente. No es un salto evolutivo, es simplemente un salto de confianza. No se pasa de la heteronomía a la autonomía, y de ahi a la teonomía... La teonomía es la realidad del ser humano y debemos de abrazarla y aceptarla. Recordemos a los judíos de la antigua Jerusalén, antes de la invasión de Babilonia. Ellos creían en un Dios que los miraba y los acompañaba... Y que habitaba en el templo, un lugar increíblemente sagrado, al que sólo entraba el sumo sacerdote una vez al año con el rostro cubierto. Este lugar, donde se encontraban las manifestaciones de Dios a este pueblo (al arca de la alianza, restos de maná del desierto, etc.), era para reconocer y recordar la presencia permanente de este Dios que acompañaba a este pueblo (no a los individuos, al pueblo/comunidad). Dios es este misterio, esta presencia, y como tal debemos de reconocerlo, abrazarlo, y transformarnos. Que el conocimiento de El, no sea un acto de dominio o de posesión de la verdad, sino un acto de apertura, de transformación, de entrega.
Creo que tenemos que abrirnos más al misterio de Dios... Y esta apertura implica un cambio de paradigma, una tranformación interior. Necesito abandonarme al misterio... Reconocer que Dios es siempre presente.
lunes, 17 de mayo de 2010
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