jueves, 6 de octubre de 2011

COMENTARIOS DE MA. DE LOURDES JIMÈNEZ C. AL CAPÌTULO XVII

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

 Psiquicamente Enfermo o muy cerca de Dios, del Libro del P. Lenears, Otro Cristianismo es Posible.


Este capitulo que trata sobre el sentido y significado que tiene para el católico hoy en día, la mortificación, el sacrificio y la penitencia como medio de obtener el perdon de Dios por nuestro pecado, nuestra pequeñez y nuestra limitación, coincido con el P. Leaners que no son propias de una concepción del Dios de amor que sabemos por Jesucristo, que es el Dios Cristiano, el Dios Trino y amoroso que se nos da sin condiciones, que es todo misericordia sin limites y amor sin medida, un Dios que no quiere sacrificios ni penitencia de nosotros darnos y mostrarnos su amor y misericordia sin medida, que lo único que quiere para nosotros es una vida en el amor para el prójimo y para nosotros mismos, una vida con sentido y plenitud para todo ser humano.



El Dios del perdón condicionado al sacrificio, la auto-humillación y penitencia es un Dios mas humano que divino, es un Dios concebido por el hombre de acuerdo a sus categorías y conceptos humanos, que piensa, actúa y se comporta como un ser superdotado, todopoderoso y soberano, consciente de su grandeza y omnipotencia sobre sus súbditos, que todo lo controla, lo tiene a su servicio y por tanto, lo quiere a su gusto, placer y gozo, por lo que ante cualquier desviación a su plan u orden de vida, le desata en su colera y enojo, y no se contenta hasta que el transgresor confesa su culpa, la expia y se vuelve a someter a sus designios. Ese no es un Dios de amor, sino un Dios soberbio de su poderio y fuerza, enamorado solamente de si mismo y para si mismo, que utliliza a todos los seres de la creación, como sus siervos y subditos, que alaban y embellecen su corte y su reino.



Ese definitivamente no es el Dios que Jesus nos vino a enseñar como el Dios del amor y de la vida plena para sus hijos y criaturas; el Dios que está entre nosotros, que vive en nosotros y que nunca nos abandona, a pesar de que nosotros si lo olvidemos, lo ofendamos o inclusive lo neguemos, por que no lo podemos comprender, abarcar o entender, pero que por Jesucristo sabemos que es el que nos ama por encima de todo, que nos perdona de antemano nuestras fallas y pecado, y que en ese perdón sin condiciones, nos muestra que lo único que quiere para nosotros es una vida plena en el amor a nosotros mismos como a nuestro prójimo, que sea cada vez mas humana, significa que se desarrolle en el amor entre los hombres, en la justicia y la compasión para los que mas lo necesitan y sufren. Esa es la vida plena que Jesus vino a instaurar y la que entendemos como la vida de salvación para la que estamos todos destinados, la vida en el amor de Dios para hoy y para siempre.



Pero esa vida en el amor al prójimo y a nosotros mismos como forma de reflejar el amor de Dios por y en nosotros, y no una vida sujeta a controles y cortapisas que solo dan poder y autoridad a aquellos que nos controlan y vigilan en nombre de un supuesto Dios de amor y del bien supremo, no requiere de una cultura de la redención, de sacrificio, y de expiacion de culpa y de pecado, esto como ya lo señalamos no es congruente ni propio del Dios verdadero que conocimos en Jesus, esa vida en el amor y la compasión por el projimo como por nosotros mismos, requiere de una culltura de entrega y desprendimiento del amor propio por el amor al prójimo, de cuidado y compasión por el desvalido y marginado, de inclusion y aceptacion del otro como diferente a mi mismo, pero que me complelmenta, me acompaña y me hace mas humano, requiere de una cultura de agradecimiento y alabanza a Dios por la vida que nos da y que permite que nosotros la construyamos a nuestro gusto y para el bien de todos, por los innumerables dones y gracia que a cotidiano recibimos y que nos ayudan a hacer de nuestro de camino por la vida, una senda de amor, alegria y bienestar para todos los que vamos juntos en ese camino de plenitud y salvación que es la union plena con ese Dios de amor que parece inconcebible e inalcanzable, pero para el que siempre hemos estado destinados a regresar, y al que regresaremos.



Por estas razones, es que pienso que al cristiano de hoy mas que el Dios que pide sacrificios, de la mortificación, penitencia y reconocimiento de culpas para dispensar su perdón y expiación del pecado, requerimos recrear y reforzar en la vida misma, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo,a ese Dios de amor incondicional y misericordioso sin medida que quiere para nosotros la vida plena, la vida buena y abundante en amor y compasión por el prójimo, como una forma de alabar y recrear ese amor de Dios en nosotros.



No es que se niegue ni se minimize la existencia del pecado y del desamor entre los hombres, que solo daño, alienación y muerte propaga, y que nosotros lo encendemos, y lo fomentamos, sin que después nos podamos salir de ese circulo vicioso por nuestras propias fuerzas, por ello si creo que sabiendo que este mal existe y que nosotros solos no podemos controlar, es que debemos insistir en hacer presente y vivo en nuestra conciencia que con el amor de Dios que vive y actúa en nuestro ser, podemos revertir el mal generado, combatirlo y eliminarlo, y que el camino siempre es compartir el amor de Dios en nosotros con el prójimo, ser compasivo a su dolor y sufrimiento, y hacerme uno con el en ese camino de sanación y recuperación del amor negado o perdido.

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