"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)
Capìtulo VII
Lo que supera las palabras.
La imagen de Dios en la Teonomia.
Alma Jimènez C.
Leo a mis compañeras y aprendo mucho de sus comentarios, en el libro el Padre Leaners nos dice que la palabra expresa lo que vivia en mi de manera informe y asì revela mi ser, que no me contiene completo pero si deja ver mi ser.
Asì como seres humanos entiendo que no podemos describir a Dios sino solo relacionarnos con El a medida que lo vamos conociendo y que no terminaremos hasta estar en su presencia.
Siento preocupacion al ver el giro que nuestra religiòn a tomado al presentarnos a Dios, porque estoy conciente que nuestra base es el concepto del Dios de los Judios, Dios del Antiguo Testamento, pero el ser Cristiano implica tener el concepto del Dios de Jesùs, Dios del Nuevo Testamento.
Todo parece indicar que a vuelto a ser un Dios distante y castigador, poderoso y advitrareo.
No es el Dios que nos amò tanto que puso su tienda entre nosotros, se hizo hombre, Emanuel,que viene a darnos una buena nueva, somos amados por Dios, esta cerca de nososotros, Dios de los pobres, que nos salva de los ritos que ponen en segundo termino al necesitado,que quiere que disfrutemos de una nueva relaciòn con Dios y con su palabra nos presenta al Dios Padre, que se preocupa por todo lo que nos pasa y que nos hace hermanos en Jesùs.
Nos da una palabra mas, el amor de Dios se encuentra en el hermano, disfruta del amor en comunidad, somos iguales como niños ante un padre amoroso que sabe que aùn no hemos aprendido y cometemos errores y que nos perdona.
Sin jerarquias, sin juicios, redime a los pecadores, cura a los enfermos,"El que este libre de culpa que tire la primer piedra".
El convive con las minorias y nos invita a aprender de ellos como,"El buen Samaritano","El buen ladròn", tu fe te ha salvado.
Nos acerca a Dios y a traves de El conocemos el Reino de Dios, Reino de los Cielos, en sus parabolas, es Dios hecho hombre, vive y sufre la muerte y resucita y se queda con nosotros para siempre en el hermano, "Donde dos o mas se reunan en mi nombre" en la comunidad recibimos su Espiritu y su amor esta presente especialmente en el necesitado,"Lo que hagas por tu hermano, lo haras por mi".
Jesùs nos presenta a un Dios accesible, cercano, que no podemos abarcar pero en las obras humanas lo conocemos mejor.
¿Porque entonces retroceder al Antiguo Testamento?
¿Quien puede limitar el acceso a Dios a traves de Jesùs?
Aun que las palabras no lo abarquen, son la forma como nos comunicamos asi como nuestro comportamiento que las acompaña.
Escucho con tristeza como autoridades eclesiasticas pueden hacer declaraciònes como "Los homosexuales se iran al infierno"cuando en el evangelio reciente escuchamos como trato Jesus a un ladròn convicto y a este le asegurò estarìa en el cielo.
Acabo de ver un letrero en los escalones del altar de un Templo, que decia "Favor de no subir".
En ese mismo Templo un domingo caluroso, fui testigo de actitudes distantes del sacerdote con los feligreces pobres cansados y acalorados en una misa de 2 horas, sin sillas suficientes.
¿Como puede esa persona representar a Jesùs? Que predicaba sentado en el monte que caminaba comia y descansaba con la gente que lo mismo atendia a un pobre que a un poderoso.
Las palabras para describir a Dios pueden estar llenas de amor, pero si quien las dice no las vive, es mas una ofensa que una esperanza.
Los ritos y las oraciones, pueden servir para acercarse a Dios pero como Jesùs le dice a los Sacerdotes, ¿Que es primero, cumplir la ley o ayudar a tu hermano?
Creo que los Templos han vuelto al Dios distante y estan necesitando que regrese el Dios de Jesùs.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
jueves, 18 de noviembre de 2010
PARTICIPACIÒN DE ELISA ZEAVERT EN RELACIÓN AL CAPÍTULO VII
"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)
Estimadas amigas:
Siento mucho haberme retrasado en los comentarios de este capítulo en especial, la verdad, me ha sido difícil, y hasta que comprendí que no es posible, encuadrar a Dios en una imagen y menos en un concepto, recuerdo que una vez leí una idea sobre Dios, en donde lo compara con un pequeño pececito rodeado por el inmenso mar, y no tiene conciencia de esta inmensidad, pienso que DIOS es mucho más que esta forma tratar de darme una idea,... y también porque comprendí que no quiero dejar que mi mente lo encuadre dentro de una imagen tan reducida, no me atrevo....,Y aunque sus destellos se dejan ver en un bello amanecer, en las flores, los pájaros, todo lo Creado, no me puedo referir a El en forma personal. y por ello,prefiero, encontrarme con Jesús, el Rostro Humano de Dios, en El, puedo encontrar al Dios que me ama, me escucha, conoce mis debilidades y fortalezas, y es a través de El, que derramo mi confianza, y mi entrega.
Dios nos conoce tan bien, cuando decidió mandarnos a Jesús, este hombre tan plenamente humano, pero tan perfectamente interiorizado con su Creador, cada célula de El respondía a la Voluntad y al Deseo de su Dios.Por lo mismo, su mensaje es divino, sus Palabras, son creadoras de vida, y de amor.
Recuerdo en una ocasión nuestro maestro, el Padre Jimenez, nos enseñaba tantos conocimientos teológicos, comprendí y sentí el gran amor que tenía hacia Jesús, y probablemente son los momentos que más recuerdo que me regaló, y probablemente , podría decir, la perla valiosa.... pero quiero seguir buscando con ustedes, esa FE adulta y madura,,,gracias por su participación y sus artículos,,,creo que tenemos mucho por hacer, sobretodo porque la FE no se transmite por promoción sino por atracción, el ejemplo. son èpocas dificiles, sólo la Fe puede darnos respuestas...las admiro y las quiero.
Elisa
Estimadas amigas:
Siento mucho haberme retrasado en los comentarios de este capítulo en especial, la verdad, me ha sido difícil, y hasta que comprendí que no es posible, encuadrar a Dios en una imagen y menos en un concepto, recuerdo que una vez leí una idea sobre Dios, en donde lo compara con un pequeño pececito rodeado por el inmenso mar, y no tiene conciencia de esta inmensidad, pienso que DIOS es mucho más que esta forma tratar de darme una idea,... y también porque comprendí que no quiero dejar que mi mente lo encuadre dentro de una imagen tan reducida, no me atrevo....,Y aunque sus destellos se dejan ver en un bello amanecer, en las flores, los pájaros, todo lo Creado, no me puedo referir a El en forma personal. y por ello,prefiero, encontrarme con Jesús, el Rostro Humano de Dios, en El, puedo encontrar al Dios que me ama, me escucha, conoce mis debilidades y fortalezas, y es a través de El, que derramo mi confianza, y mi entrega.
Dios nos conoce tan bien, cuando decidió mandarnos a Jesús, este hombre tan plenamente humano, pero tan perfectamente interiorizado con su Creador, cada célula de El respondía a la Voluntad y al Deseo de su Dios.Por lo mismo, su mensaje es divino, sus Palabras, son creadoras de vida, y de amor.
Recuerdo en una ocasión nuestro maestro, el Padre Jimenez, nos enseñaba tantos conocimientos teológicos, comprendí y sentí el gran amor que tenía hacia Jesús, y probablemente son los momentos que más recuerdo que me regaló, y probablemente , podría decir, la perla valiosa.... pero quiero seguir buscando con ustedes, esa FE adulta y madura,,,gracias por su participación y sus artículos,,,creo que tenemos mucho por hacer, sobretodo porque la FE no se transmite por promoción sino por atracción, el ejemplo. son èpocas dificiles, sólo la Fe puede darnos respuestas...las admiro y las quiero.
Elisa
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COMENTARIOS AL CAPÍTULO VII
APORTACIÓN DE MA. DE LOURDES JIMÉNEZ AL CAPÍTULO 7
"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)
COMENTARIOS AL CAPITULO 7, "LO QUE SUPERAN LAS PALABRAS" DEL LIBRO "OTRO CRISTIANISMO ES POSIBLE" DEL P. ROGER LEANERS
En mi opinión este capitulo viene a cerrar muy atinadamente un ciclo que inicio con los capítulos 1 a 6 del libro, en el que el P. Leaners explica por que una visión teológica heteronoma o impuesta "desde arriba"en la Iglesia Católica, esta amenazando con a acabar con la Institución precisamente por resistirse esta a través de sus órganos jerárquicos a permitir que sople una visión teonomica, es decir "desde abajo" o desde el mundo espiritual y material de los fieles, el verdadero sensus fidelis, que pueda expresar las necesidades mas basicas que en materia de su fe e identificación con Jesus de Nazaret, demandan los cristianos del Siglo XXI .
En este capitulo 7 se expresa con toda claridad como el problema del lenguaje y de las imagenes que tenemos y usamos sobre Dios, y sobre nuestras creencias en relación a ese Dios, requiere de una actualización, redefinición o redimension que facilite el entendimiento y comprensi'on de nuestra fe, nuestra vida como cristianos, y no tanto se ocupe de mantener las reglas de interpretación formal que han estructurado y organizado al Edificio jerárquico que es la Iglesia hoy en día.
Si bien Leaners destaca el problema que para los cristianos representa comprender al Dios Cristiano conforme a nuestros conceptos y lenguaje, pues estos conceptos y lenguaje responde a una dimensión puramente humana que no puede ni remotamente comprender o penetrar el misterio de lo divino, de lo neumenico, lo cierto es que ese lenguaje, esos conceptos, esa mente, esa imaginación es con lo que contamos como seres humanos para expresar su espirito y su alma, sus sentimientos, ideas y niveles de comprensión, en síntesis, sus anhelos y experiencias de lo divino, de la que de antemano sabemos que no podemos saber nada, y mucho menos comprenderla, pero que si experimentamos y atisbamos en nuestra vida y que testimoniamos como una fuerza de amor supremo y desmedido, que nos envuelve, nos rebasa, nos arropa y nos acompaña a lo largo de nuestra vida, y que solo queremos poder mejor vivirlo, descubrirlo, compartirlo y profundizarlo con los otros. El riesgo de descansar en las palabras, lenguaje e imagenes producto de nuestro limitado mundo humano, es querer dotarlas de autoridad y verdad inamovible e imponerlas como descriptivas de esa esencia divina, cuando en realidad, como lo dice Leaners, no debemos de perder de vista que ese lenguaje, esas palabras y esas imagenes, no son mas que muletas o instrumentos que nos permiten expresar nuestra vivencia y necesidad de Dios, cambiable, contingente y personal. Es un lenguaje que sabemos que es figurativo, por lo tanto, imperfecto, limitado, incompleto e impreciso, y como tal debemos estar conscientes que no es descriptivo del ser de Dios, sino solo de nuestra vivencia o experiencia de Dios, por lo que no podemos divinizarlo y pretender que ahí se encuentra la única y verdadera palabra de Dios. Son nuestras palabras y no las de Dios.
Así pues, si bien las palabras , como dice Leaners no son m'as que dedos que apuntan hacia algo totalmente distinto, los cristianos sabemos que en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo tenemos el camino que nos conduce al verdadero destino.
COMENTARIOS AL CAPITULO 7, "LO QUE SUPERAN LAS PALABRAS" DEL LIBRO "OTRO CRISTIANISMO ES POSIBLE" DEL P. ROGER LEANERS
En mi opinión este capitulo viene a cerrar muy atinadamente un ciclo que inicio con los capítulos 1 a 6 del libro, en el que el P. Leaners explica por que una visión teológica heteronoma o impuesta "desde arriba"en la Iglesia Católica, esta amenazando con a acabar con la Institución precisamente por resistirse esta a través de sus órganos jerárquicos a permitir que sople una visión teonomica, es decir "desde abajo" o desde el mundo espiritual y material de los fieles, el verdadero sensus fidelis, que pueda expresar las necesidades mas basicas que en materia de su fe e identificación con Jesus de Nazaret, demandan los cristianos del Siglo XXI .
En este capitulo 7 se expresa con toda claridad como el problema del lenguaje y de las imagenes que tenemos y usamos sobre Dios, y sobre nuestras creencias en relación a ese Dios, requiere de una actualización, redefinición o redimension que facilite el entendimiento y comprensi'on de nuestra fe, nuestra vida como cristianos, y no tanto se ocupe de mantener las reglas de interpretación formal que han estructurado y organizado al Edificio jerárquico que es la Iglesia hoy en día.
Si bien Leaners destaca el problema que para los cristianos representa comprender al Dios Cristiano conforme a nuestros conceptos y lenguaje, pues estos conceptos y lenguaje responde a una dimensión puramente humana que no puede ni remotamente comprender o penetrar el misterio de lo divino, de lo neumenico, lo cierto es que ese lenguaje, esos conceptos, esa mente, esa imaginación es con lo que contamos como seres humanos para expresar su espirito y su alma, sus sentimientos, ideas y niveles de comprensión, en síntesis, sus anhelos y experiencias de lo divino, de la que de antemano sabemos que no podemos saber nada, y mucho menos comprenderla, pero que si experimentamos y atisbamos en nuestra vida y que testimoniamos como una fuerza de amor supremo y desmedido, que nos envuelve, nos rebasa, nos arropa y nos acompaña a lo largo de nuestra vida, y que solo queremos poder mejor vivirlo, descubrirlo, compartirlo y profundizarlo con los otros. El riesgo de descansar en las palabras, lenguaje e imagenes producto de nuestro limitado mundo humano, es querer dotarlas de autoridad y verdad inamovible e imponerlas como descriptivas de esa esencia divina, cuando en realidad, como lo dice Leaners, no debemos de perder de vista que ese lenguaje, esas palabras y esas imagenes, no son mas que muletas o instrumentos que nos permiten expresar nuestra vivencia y necesidad de Dios, cambiable, contingente y personal. Es un lenguaje que sabemos que es figurativo, por lo tanto, imperfecto, limitado, incompleto e impreciso, y como tal debemos estar conscientes que no es descriptivo del ser de Dios, sino solo de nuestra vivencia o experiencia de Dios, por lo que no podemos divinizarlo y pretender que ahí se encuentra la única y verdadera palabra de Dios. Son nuestras palabras y no las de Dios.
Así pues, si bien las palabras , como dice Leaners no son m'as que dedos que apuntan hacia algo totalmente distinto, los cristianos sabemos que en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo tenemos el camino que nos conduce al verdadero destino.
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A PROPÓSITO DEL CAPÍTULO 7
miércoles, 10 de noviembre de 2010
APORTACIÓN DE ANA LAURA JIMÉNEZ AL CAPÍTULO VII
"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)
MI APORTACIÒN AL CAPÌTULO SIETE
Para mì sì ha sido una gran ayuda para el reto de pretender decir qué es Dios tomando en cuenta la exigencias de la Modernidad, el marco axiomático o “heteronomía-autonomía-teonomía”. Sin embargo, y teniendo en cuenta que algo característico del ser humano es el buscar la verdad, entender lo que afirmamos y así creer con fundamento, teniendo en cuenta que la teología puede decirse que es “la fe que quiere ser entendida” y que no creo que haya nada que ayude más a la fe que la razón, ya que ésta es un filtro que nos permite para empezar, ir descubriendo “lo que no es fe” ya que la fe no puede ir contra la razón, en el caso de nuestro hablar sobre Dios considero que el camino no es pretender afirmar algo sobre lo que El es, a partir de un esquema sea heterónomo, autónomo o teonómo, sino ubicar en qué lugar de mi vida este hablar sobre El puede tener un sentido fecundo a fin de que mi vida sea más plena y libre.
Para mí hablar sobre Dios no es hablar sobre una “esencia”, un “ente”, “una sustancia” o una cosa”, es básicamente hablar sobre la Realidad, hablar sobre la cuestión que para mí es central de mi existencia, y no se trata de hablar de si Dios tiene tales o cuales atributos, se trata de preguntarme sobre el sentido de la vida, el destino del mundo, se trata de preguntarse por aquello que para cada cual es la pregunta última o por qué no hay tal pregunta.
Para hablar de Dios tengo que tomar en cuenta varios factores: necesito primero hacer silencio. El primer paso para hablar de El es la pureza de corazón que sabe escuchar la voz de la trascendencia divina en la inmanencia humana. Para esto requiero del silencio del intelecto y de la voluntad, así como del silencio de los sentidos. Permitiéndome así el acceso a una dimensión de la realidad que trasciende, sin negar, lo que captan mi inteligencia y mis sentidos.
También creo que es importante considerar que el hablar sobre Dios es radicamente distinto de cualquier otro hablar sobre cualquier otra cosa, porque Dios no es una cosa. La palabra “Dios” apunta a un campo semántico de búsqueda y enseñanza radicalmente distinto a cualquier otro. No hay parámetros adecuados que nos permitan hablar del “funcionamiento” de esta realidad a la que llamamos “Dios”.El discurso sobre Dios es único y, por tanto, incomparable con todos los demás lenguajes humanos. Es irreductible a cualquier otro discurso.
El hablar sobre Dios es un hablar que involucra todo nuestro ser y no sólo el sentimiento, la razón, el cuerpo, la ciencia, la sociología, ni siquiera la filosofía o la teología académicas. Dios no es localizable con ningún instrumento.
No necesitamos mediaciones para abrirnos al misterio de Dios. Ciertamente, para hablar, sentir, ser conscientes de Dios, necesitamos la mediación del lenguaje, del sentimiento, de la conciencia. Pero esto no significa que necesitemos un lenguaje particular, un determinado sentimiento, un contenido de conciencia especial. La única mediación posible es nuestro propio ser, nuestra existencia desnuda, nuestra propia entidad entre Dios y la nada. La experiencia humana de todos los tiempos ha intentado siempre expresar un “misterio” que está tanto al principio como al final de todo cuanto somos, sin excluir nada. Dios, si “es” no puede estar ni a la derecha ni a la izquierda, ni arriba ni abajo, en cualquiera de los sentidos que podamos dar a estas palabras.
El hablar sobre Dios no es un hablar sobre ninguna iglesia, religión o creencia.
Dios no es el monopolio de ninguna tradición humana; ni de las que se llaman “teístas”, ni de las mal llamadas creyentes, puesto que todos creen en una u otra cosa. Tampoco es “objeto” de pensamiento alguno. Sería un discurso sectario el que quisiera aprisionarlo en cualquier ideología. “Dios no puede ser pensado ni imaginado, sólo puede ser experimentado…” (Theilard de Chardin).
Tampoco podemos identificar nuestro hablar de Dios con creencia paticular alguna, sien embargo, no es posible para los humanos hablar de El sin la mediación del lenguaje y no podemos utilizar éste sin expresar alguna creencia. Hay una “relación trascendental” entre el Dios del que se habla y lo que de él se dice. Las tradiciones occidentales lo han llamado mysterion, que no quiere decir ni enigma ni incógnita. Los nombres de Dios no son independientes de Dios y cada denominación del misterio representa un aspecto de este misterio, del que no puede decirse que sea ni uno ni múltiple.
Cada religión es un sistema diferenciado de mediaciones. Todo lenguaje es particular y está vinculado a una cultura. Cada lenguaje depende de un contexto concreto que le da sentido, a la vez que lo limita. Es necesario darse cuenta de la inadecuación constitutiva de cualquier expresión. No es ningún escándalo que cada religión defienda sus formulaciones, con tal de que respete a las demás y se dé cuenta de que cada mediación es una mediatización.
Finalmente considero que el hablar sobre Dios es hablar sobre un símbolo y no sobre un concepto. Dios no puede ser objeto ni de conocimiento ni de creencia alguna. El hablar sobre Dios no puede ser ni siquiera un hablar analógico. El discurso sobre Dios tiene constitutivamente muchos sentidos y no puede existir un sentido prioritario, puesto que no puede haber una metacultura desde la que se haga el discurso. Hay muchos conceptos de Dios, pero ninguno de ellos lo “concibe”.Pretender limitar, definir, concebir a Dios es una empresa contradictoria, porque aquello que surgiría de ello sería una creación de la mente, una criatura. Es una deformación del pensamiento el pretender encontrar algo más amplio, más englobante, que Dios. Sin embargo, “Dios” no es el único símbolo de lo divino. El pluralismo es inherente a la condición humana e impide que se pueda expresar aquello que la palabra Dios quiere decir desde una sola perspectiva, ni tampoco desde un único principio de inteligibilidad. La misma palabra “Dios” no es necesaria. Cualquier pretensión de reducir el símbolo “Dios” a lo que nosotros entendemos por tal no sólo destruiría, sino que también cortaría los lazos con todos aquellos hombres y culturas que no sienten la necesidad de este símbolo.
La misma pretensión de presentar un esquema de inteligibilidad unificado a escala universal es un resto de colonialismo cultural. Universalizar nuestra propia perspectiva representa una intención no justificada. La misma posibilidad de una “perspectiva global” es ciertamente una contradicción. Tal vez sería más coherente con lo que intuimos que sea esa realidad a quien llamamos “Dios” el renunciar a elaborar una teoría universal sobre El y redescubrir lo divino como una dimensión y el pluralismo (no la pluralidad) como un rasgo de la misma realidad. Un Dios puramente trascendente, aparte de la contradicción interna de cualquier discurso sobre él se convertiría en hipótesis superflua, y oscurecería la inmanencia divina destruyendo la trascendencia humana. El misterio divino es inefable y ningún decir lo describe.
Pertenece a la experiencia humana el saberse limitada, no sólo linealmente –por el futuro—sino también constitutivamente –por su propio fundamento, que le viene dado--. Sin amor y sin conocimiento, sin corporalidad y temporalidad, no es posible esta experiencia. “Dios” es la palabra, biensonante para algunos y malsonante para otros, que rompiendo el silencio del ser nos da la oportunidad de recobrarlo nuevamente. El silencio es la matriz de toda palabra auténtica.
MI APORTACIÒN AL CAPÌTULO SIETE
Para mì sì ha sido una gran ayuda para el reto de pretender decir qué es Dios tomando en cuenta la exigencias de la Modernidad, el marco axiomático o “heteronomía-autonomía-teonomía”. Sin embargo, y teniendo en cuenta que algo característico del ser humano es el buscar la verdad, entender lo que afirmamos y así creer con fundamento, teniendo en cuenta que la teología puede decirse que es “la fe que quiere ser entendida” y que no creo que haya nada que ayude más a la fe que la razón, ya que ésta es un filtro que nos permite para empezar, ir descubriendo “lo que no es fe” ya que la fe no puede ir contra la razón, en el caso de nuestro hablar sobre Dios considero que el camino no es pretender afirmar algo sobre lo que El es, a partir de un esquema sea heterónomo, autónomo o teonómo, sino ubicar en qué lugar de mi vida este hablar sobre El puede tener un sentido fecundo a fin de que mi vida sea más plena y libre.
Para mí hablar sobre Dios no es hablar sobre una “esencia”, un “ente”, “una sustancia” o una cosa”, es básicamente hablar sobre la Realidad, hablar sobre la cuestión que para mí es central de mi existencia, y no se trata de hablar de si Dios tiene tales o cuales atributos, se trata de preguntarme sobre el sentido de la vida, el destino del mundo, se trata de preguntarse por aquello que para cada cual es la pregunta última o por qué no hay tal pregunta.
Para hablar de Dios tengo que tomar en cuenta varios factores: necesito primero hacer silencio. El primer paso para hablar de El es la pureza de corazón que sabe escuchar la voz de la trascendencia divina en la inmanencia humana. Para esto requiero del silencio del intelecto y de la voluntad, así como del silencio de los sentidos. Permitiéndome así el acceso a una dimensión de la realidad que trasciende, sin negar, lo que captan mi inteligencia y mis sentidos.
También creo que es importante considerar que el hablar sobre Dios es radicamente distinto de cualquier otro hablar sobre cualquier otra cosa, porque Dios no es una cosa. La palabra “Dios” apunta a un campo semántico de búsqueda y enseñanza radicalmente distinto a cualquier otro. No hay parámetros adecuados que nos permitan hablar del “funcionamiento” de esta realidad a la que llamamos “Dios”.El discurso sobre Dios es único y, por tanto, incomparable con todos los demás lenguajes humanos. Es irreductible a cualquier otro discurso.
El hablar sobre Dios es un hablar que involucra todo nuestro ser y no sólo el sentimiento, la razón, el cuerpo, la ciencia, la sociología, ni siquiera la filosofía o la teología académicas. Dios no es localizable con ningún instrumento.
No necesitamos mediaciones para abrirnos al misterio de Dios. Ciertamente, para hablar, sentir, ser conscientes de Dios, necesitamos la mediación del lenguaje, del sentimiento, de la conciencia. Pero esto no significa que necesitemos un lenguaje particular, un determinado sentimiento, un contenido de conciencia especial. La única mediación posible es nuestro propio ser, nuestra existencia desnuda, nuestra propia entidad entre Dios y la nada. La experiencia humana de todos los tiempos ha intentado siempre expresar un “misterio” que está tanto al principio como al final de todo cuanto somos, sin excluir nada. Dios, si “es” no puede estar ni a la derecha ni a la izquierda, ni arriba ni abajo, en cualquiera de los sentidos que podamos dar a estas palabras.
El hablar sobre Dios no es un hablar sobre ninguna iglesia, religión o creencia.
Dios no es el monopolio de ninguna tradición humana; ni de las que se llaman “teístas”, ni de las mal llamadas creyentes, puesto que todos creen en una u otra cosa. Tampoco es “objeto” de pensamiento alguno. Sería un discurso sectario el que quisiera aprisionarlo en cualquier ideología. “Dios no puede ser pensado ni imaginado, sólo puede ser experimentado…” (Theilard de Chardin).
Tampoco podemos identificar nuestro hablar de Dios con creencia paticular alguna, sien embargo, no es posible para los humanos hablar de El sin la mediación del lenguaje y no podemos utilizar éste sin expresar alguna creencia. Hay una “relación trascendental” entre el Dios del que se habla y lo que de él se dice. Las tradiciones occidentales lo han llamado mysterion, que no quiere decir ni enigma ni incógnita. Los nombres de Dios no son independientes de Dios y cada denominación del misterio representa un aspecto de este misterio, del que no puede decirse que sea ni uno ni múltiple.
Cada religión es un sistema diferenciado de mediaciones. Todo lenguaje es particular y está vinculado a una cultura. Cada lenguaje depende de un contexto concreto que le da sentido, a la vez que lo limita. Es necesario darse cuenta de la inadecuación constitutiva de cualquier expresión. No es ningún escándalo que cada religión defienda sus formulaciones, con tal de que respete a las demás y se dé cuenta de que cada mediación es una mediatización.
Finalmente considero que el hablar sobre Dios es hablar sobre un símbolo y no sobre un concepto. Dios no puede ser objeto ni de conocimiento ni de creencia alguna. El hablar sobre Dios no puede ser ni siquiera un hablar analógico. El discurso sobre Dios tiene constitutivamente muchos sentidos y no puede existir un sentido prioritario, puesto que no puede haber una metacultura desde la que se haga el discurso. Hay muchos conceptos de Dios, pero ninguno de ellos lo “concibe”.Pretender limitar, definir, concebir a Dios es una empresa contradictoria, porque aquello que surgiría de ello sería una creación de la mente, una criatura. Es una deformación del pensamiento el pretender encontrar algo más amplio, más englobante, que Dios. Sin embargo, “Dios” no es el único símbolo de lo divino. El pluralismo es inherente a la condición humana e impide que se pueda expresar aquello que la palabra Dios quiere decir desde una sola perspectiva, ni tampoco desde un único principio de inteligibilidad. La misma palabra “Dios” no es necesaria. Cualquier pretensión de reducir el símbolo “Dios” a lo que nosotros entendemos por tal no sólo destruiría, sino que también cortaría los lazos con todos aquellos hombres y culturas que no sienten la necesidad de este símbolo.
La misma pretensión de presentar un esquema de inteligibilidad unificado a escala universal es un resto de colonialismo cultural. Universalizar nuestra propia perspectiva representa una intención no justificada. La misma posibilidad de una “perspectiva global” es ciertamente una contradicción. Tal vez sería más coherente con lo que intuimos que sea esa realidad a quien llamamos “Dios” el renunciar a elaborar una teoría universal sobre El y redescubrir lo divino como una dimensión y el pluralismo (no la pluralidad) como un rasgo de la misma realidad. Un Dios puramente trascendente, aparte de la contradicción interna de cualquier discurso sobre él se convertiría en hipótesis superflua, y oscurecería la inmanencia divina destruyendo la trascendencia humana. El misterio divino es inefable y ningún decir lo describe.
Pertenece a la experiencia humana el saberse limitada, no sólo linealmente –por el futuro—sino también constitutivamente –por su propio fundamento, que le viene dado--. Sin amor y sin conocimiento, sin corporalidad y temporalidad, no es posible esta experiencia. “Dios” es la palabra, biensonante para algunos y malsonante para otros, que rompiendo el silencio del ser nos da la oportunidad de recobrarlo nuevamente. El silencio es la matriz de toda palabra auténtica.
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COMENTARIOS AL CAPÍTULO 7
martes, 2 de noviembre de 2010
APORTACIÒN AL CAPÌTULO VI DE ANA LAURA JIMÈNEZ CODINACH
"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)
MI APORTACIÓN AL CAPÍTULO 6
Independientemente del origen heterónomo que fundamenta la jerarquía o estructura de poder sagrado, un poder “absoluto” y directo sobre cada cristiano por provenir de “Cristo mismo”, independientemente de que la doctrina católica oficial sobre la Jerarquía sea un elemento ajeno al Evangelio, y sobre todo el que la realidad jerárquica haya encarnado las pulsiones más bajas de la naturaleza humana, quisiera analizar un poco los efectos que esta organización jerárquica ha tenido para la salud integral de sus integrantes y especialmente para su desarrollo emocional, intelectual, social y aún espiritual y religioso, no sin antes decir que eso de que todo esto se funda en un “mandato que viene de un Dios-en-las alturas” me parece aberrante.
Para los que nos dedicamos a trabajar en facilitar el establecimiento de ambientes donde la persona pueda crecer y ser ella misma, donde se pueda dar una sana relación humana, factor indispensable para conservar la salud mental, para los que trabajamos en ambientes educativos que estimulen el conocimiento, la sana autodeterminación, la autoestima, la comunicación efectiva, el diálogo, y tantos otros factores indispensables para la superación humana, para los que trabajamos en procesos de liberación individual y social, de desarrollo espiritual, de búsqueda de una fé más adulta, es muy desmotivante descubrir que nuestra Iglesia, con su organización jerárquica, es hoy una institución inepta para favorecer el desarrollo integral de sus integrantes, y muy especialmente de los que integran los cuadros jerárquicos.
Para enumerar algunos de estos factores, sin por supuesto pretender agotarlos, quisiera mencionar que lejos de ser el ideal planteado por Concilio Vaticano II, es decir, lejos de ser una Iglesia Comunión, vemos que es una organización que organiza las relaciones grupales al servicio de la sumisión, es decir, que está diseñada para señorear a los hombres, reduciendo a los individuos a instrumentos, que pone todo el énfasis en la persona del jefe, ya que es la única persona plenamente tal porque es la única no instrumentalizada que puede mostrarse autónoma, con iniciativa, creatividad, responsabilidad y libertad, y que al reducir lo más posible todas las relaciones a sumisión, ignora profundamente, de hecho, lo que son las relaciones interpersonales plenas, ignora y tiene que ignorar la complejidad y riqueza de lo que son las relaciones de individuos libres y autónomos con valores personales libremente construidos y queridos, ignora lo que es la complejidad y riqueza de la comunicación entre personas, cuando no se instrumentalizan unas a otras, ignora las potencialidades de lo que podría ser el trabajo en equipo, una conjunción de iniciativas, responsabilidades y creatividad múltiple, en la que nadie anula a nadie y donde todos potencian a todos.
Una organización así jerarquizada es un enorme despilfarro de lo que son las posibilidades de una asociación libre de personas no instrumentalizadas. Es una organización casi inhumana porque impone, en una medida u otra, el menosprecio de la calidad de las personas y a través de la indoctrinación, lleva a la persona a que se sometan a una interpretación, hecha y dada, que no debe alterar, debe creer esa interpretación y por la creencia se somete. Aquí reside la raíz de toda la estructura de la dominación. Quien se somete a una interpretación, adopta y se somete con ello al sistema de vida, a los fines y valores que esa interpretación implica. Quien somete su mente y su valoración, somete también sus sentidos y su acción. La indoctrinación somete de tal forma a las personas que las estructura, entonces el individuo entiende lo que tiene que entender según lo que la creencia le impone, ve y siente lo que la autoridad quiere que vea y sienta, ama lo que debe amar y actúa según el criterio del poder, perdiendo así su libertad y su autenticidad y degradándose por tanto como persona.
Pero lo más incongruente con la finalidad de una estructura religiosa, es que la sociedad jerárquica impone al proceso religioso una serie de obstáculos. La relación jerárquica instrumentaliza a los individuos e impide realizar el proceso interior. Las sociedades autoritarias son sociedades no de gentes en proceso de desarrollo sino de creyentes, y esa sociedad se transforma en una sociedad para afianzar, sostener y propagar creencias y vivir según ellas, pero con esa transformación estas sociedades se alejan de lo que era la pretensión de los auténticos maestros religiosos dejando de ser lo que debieran ser. No se puede someter el proceso interior de las personas y pretender luego que ese proceso sea auténtico.
Para una sociedad jerarquiza y por tanto autoritaria, la sumisión es el criterio por el que se discierne lo que es correcto y valioso. La sociedad religiosa, por el contrario, debe mantener a sus miembros en la más completa voluntariedad y libertad. El camino religioso es un proceso interior de crecimiento tal que no puede ser más que total y plenamente voluntario y lleno de iniciativa y creatividad. Es un camino tan plenamente personal, libre e interior, que no cabe en él sumisión alguna.
Una organización religiosa tendrá que estar diseñada para servir al DESARROLLO PLENO DE LAS PERSONAS CON TODAS SUS CARACTERÍSTICAS PROPIAS, EXCLUIVAS E INDELEGABLES. Es cierto que las sociedades religiosas han funcionado durante miles de años con estructuras jerárquicas, y es que eran tiempos de sociedades agrario-autoritarias por lo que las cosas no podían concebirse de otra manera. Y como la organización no podía funcionar más que en forma autoritaria, se tuvo la tendencia a olvidar que el crecimiento religioso es un PROCESO y, con ello, se hizo de la religión no un proceso sino un sistema de sumisión a creencias, comportamientos, rituales y jerarquías. Así se hizo de la religión el más útil y eficaz procedimiento de legitimación del poder.
MI APORTACIÓN AL CAPÍTULO 6
Independientemente del origen heterónomo que fundamenta la jerarquía o estructura de poder sagrado, un poder “absoluto” y directo sobre cada cristiano por provenir de “Cristo mismo”, independientemente de que la doctrina católica oficial sobre la Jerarquía sea un elemento ajeno al Evangelio, y sobre todo el que la realidad jerárquica haya encarnado las pulsiones más bajas de la naturaleza humana, quisiera analizar un poco los efectos que esta organización jerárquica ha tenido para la salud integral de sus integrantes y especialmente para su desarrollo emocional, intelectual, social y aún espiritual y religioso, no sin antes decir que eso de que todo esto se funda en un “mandato que viene de un Dios-en-las alturas” me parece aberrante.
Para los que nos dedicamos a trabajar en facilitar el establecimiento de ambientes donde la persona pueda crecer y ser ella misma, donde se pueda dar una sana relación humana, factor indispensable para conservar la salud mental, para los que trabajamos en ambientes educativos que estimulen el conocimiento, la sana autodeterminación, la autoestima, la comunicación efectiva, el diálogo, y tantos otros factores indispensables para la superación humana, para los que trabajamos en procesos de liberación individual y social, de desarrollo espiritual, de búsqueda de una fé más adulta, es muy desmotivante descubrir que nuestra Iglesia, con su organización jerárquica, es hoy una institución inepta para favorecer el desarrollo integral de sus integrantes, y muy especialmente de los que integran los cuadros jerárquicos.
Para enumerar algunos de estos factores, sin por supuesto pretender agotarlos, quisiera mencionar que lejos de ser el ideal planteado por Concilio Vaticano II, es decir, lejos de ser una Iglesia Comunión, vemos que es una organización que organiza las relaciones grupales al servicio de la sumisión, es decir, que está diseñada para señorear a los hombres, reduciendo a los individuos a instrumentos, que pone todo el énfasis en la persona del jefe, ya que es la única persona plenamente tal porque es la única no instrumentalizada que puede mostrarse autónoma, con iniciativa, creatividad, responsabilidad y libertad, y que al reducir lo más posible todas las relaciones a sumisión, ignora profundamente, de hecho, lo que son las relaciones interpersonales plenas, ignora y tiene que ignorar la complejidad y riqueza de lo que son las relaciones de individuos libres y autónomos con valores personales libremente construidos y queridos, ignora lo que es la complejidad y riqueza de la comunicación entre personas, cuando no se instrumentalizan unas a otras, ignora las potencialidades de lo que podría ser el trabajo en equipo, una conjunción de iniciativas, responsabilidades y creatividad múltiple, en la que nadie anula a nadie y donde todos potencian a todos.
Una organización así jerarquizada es un enorme despilfarro de lo que son las posibilidades de una asociación libre de personas no instrumentalizadas. Es una organización casi inhumana porque impone, en una medida u otra, el menosprecio de la calidad de las personas y a través de la indoctrinación, lleva a la persona a que se sometan a una interpretación, hecha y dada, que no debe alterar, debe creer esa interpretación y por la creencia se somete. Aquí reside la raíz de toda la estructura de la dominación. Quien se somete a una interpretación, adopta y se somete con ello al sistema de vida, a los fines y valores que esa interpretación implica. Quien somete su mente y su valoración, somete también sus sentidos y su acción. La indoctrinación somete de tal forma a las personas que las estructura, entonces el individuo entiende lo que tiene que entender según lo que la creencia le impone, ve y siente lo que la autoridad quiere que vea y sienta, ama lo que debe amar y actúa según el criterio del poder, perdiendo así su libertad y su autenticidad y degradándose por tanto como persona.
Pero lo más incongruente con la finalidad de una estructura religiosa, es que la sociedad jerárquica impone al proceso religioso una serie de obstáculos. La relación jerárquica instrumentaliza a los individuos e impide realizar el proceso interior. Las sociedades autoritarias son sociedades no de gentes en proceso de desarrollo sino de creyentes, y esa sociedad se transforma en una sociedad para afianzar, sostener y propagar creencias y vivir según ellas, pero con esa transformación estas sociedades se alejan de lo que era la pretensión de los auténticos maestros religiosos dejando de ser lo que debieran ser. No se puede someter el proceso interior de las personas y pretender luego que ese proceso sea auténtico.
Para una sociedad jerarquiza y por tanto autoritaria, la sumisión es el criterio por el que se discierne lo que es correcto y valioso. La sociedad religiosa, por el contrario, debe mantener a sus miembros en la más completa voluntariedad y libertad. El camino religioso es un proceso interior de crecimiento tal que no puede ser más que total y plenamente voluntario y lleno de iniciativa y creatividad. Es un camino tan plenamente personal, libre e interior, que no cabe en él sumisión alguna.
Una organización religiosa tendrá que estar diseñada para servir al DESARROLLO PLENO DE LAS PERSONAS CON TODAS SUS CARACTERÍSTICAS PROPIAS, EXCLUIVAS E INDELEGABLES. Es cierto que las sociedades religiosas han funcionado durante miles de años con estructuras jerárquicas, y es que eran tiempos de sociedades agrario-autoritarias por lo que las cosas no podían concebirse de otra manera. Y como la organización no podía funcionar más que en forma autoritaria, se tuvo la tendencia a olvidar que el crecimiento religioso es un PROCESO y, con ello, se hizo de la religión no un proceso sino un sistema de sumisión a creencias, comportamientos, rituales y jerarquías. Así se hizo de la religión el más útil y eficaz procedimiento de legitimación del poder.
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