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jueves, 13 de enero de 2011

APORTACIÒN DE MA. DE LOURDES JIMÈNEZ CODINACH AL CAPÌTULO VIII

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

Comentarios al tema 8, relativo a "La piedra angular de nuestra doctrina de fe" preparados por Ma. de Lourdes Jimenez Codinach.


Debo por delante señalar que la lectura de este capitulo 8, me ha producido por primera vez desde que inicie el estudio de este libro del P.Leaners, cierta incomodidad, malestar e inclusive conflicto interno, pues pienso que su postura anterior a esta, con la que he venido coincidiendo enteramente, ahora encuentro tener un punto de vista diametralmente opuesto e inaceptable para mi forma de entender mi religiosidad como cristiana. Permítaseme ser mas directa y clara en cuanto a lo antes señalado: De mi lectura de de Leaners en este capitulo, es que tradicionalmente la piedra angular de nuestra fe es considerar a Jesus Dios, es decir, la creencia de la dividnidad de Jesus, y dice que para el hombre moderno esto ya no le dice nada, no es importante o no existe, sino que es una mera mitología o ilusión. Para Leaners la piedra angular del hombre moderno y cristiano de hoy es "el mensaje de salvación existencial" que Jesus proyecta y que es lo que sus discípulos vieron y experimentaron al convivir y tener su encuentro con el. Y a esto yo me pregunto que otra cosa es o puede entenderse como el mensaje de salvación existencial que Jesus proyecta, que no lo puede proyectar ningún otro hombre que no sea el, sino su capacidad de albergar a la vez que la naturaleza humana, la naturaleza divina en su propia existencia.

Para mi quien salva no es el hombre, por más que estemos ante un hombre excepcional, quien salva, quien redime, quien me da la vida y me proyecta con su amor a la vida eterna, es Dios, y eso es precisamente lo que Jesus logró entre sus discípulos, y a través de estos, con la venida del espíritu de Dios en ellos, pudieron ir llevando esa buena nueva a toda la comunidad con la que convivieron, y estos a su vez así tocados y transformados por la experiencia fundante de Jesus, a los demás, hasta formar un pueblo y comunidad en el que estamos todos los que hemos encontrado, experimentado o tenemos la fe y convicción de que en Cristo se poso y encarnó Dios, para con su amor, transformar y redimir la vida del hombre. Y ese mensaje salvífico existencia que Jesus nos trajo es lo que los cristianos de hoy y de siempre han podido encontrar y experimentar en la vida, muerte y resurrección de Jesus de Nazaret.

Es en mi opinion la realización y convencimiento de los primeros discípulos de Jesus, de sus contemporáneos y de todos aquellos que fueron tocados por su vida, todos ellos judíos, o no judíos, pero al final hombres tocados por su presencia, vida y ejemplo quienes pudieron constatar a ese Dios-Hombre que fue Jesus, comprender que en Jesus de Nazaret, se hacia realidad y materia ese Dios Unico e innombrable que era Yahvé, el Dios que ellos conocían y sabían experimentar, pues era el Dios que los venia acompañando desde siempre en su caminar atribulado como pueblo en el destierro y en la marginación, ¿Como es entonces me pregunto, que pudieron identificar en Jesus la presencia viva y amorosa de ese Yahvé Santo?. Cómo me pregunto, si para ellos Yahvé era el indescriptible, pero el que ellos sabían experimentar y reconocer, el Dios el que los salva, el que los cura, el que los perdona, el siempre fiel, el que los ama incondicionalmente, el que está siempre presente entre ellos y que camina con ellos por la vida para mostrarles siempre su amor y cuidado por ellos?.

Aunque pocos lo reconocieron, fueron ellos, primero judíos, después extranjeros, pero finalmente contemporáneos de Jesus en busca de ese Dios Unico en sus vidas, quienes se vieron tocados y transformados por su encuentro con Jesus, y esos mismos fueron quienes después de la marcha de Jesus y con la ayuda del espíritu, vieron transformadas sus vidas, y quienes se fueron al envío para comunicar y compartir con todo aquel que los quizo oir y entender la experiencia de Jesus, no de un hombre excepcional, de un profeta o un Mesías, enviado de Dios, sino del mismo Dios vivo, del Dios encarnado que había venido por amor al hombre, a ser hombre, y vivir y morir como hombre, para enseñarnos el camino del amor y de la salvación eterna mediante el amor al prójimo en esta y desde esta, y no de otra vida suprasensible, en este mundo y en esta vida de la que gozamos como un don de Dios, del Dios de amor que nos ha creado y ha creado todo lo que existe para que lo disfrutemos y vivamos a plenitud desde ahora y siempre.

Entonces no fue el evangelio dado por un hombre superdotado, sino el dado e instituido por Dios mismo,en la persona de Jesus de Nazaret, lo que marco y transformo la vida del hombre y de la humanidad y así quienes fueron tocados y transformados en su persona hacia este código del amor al otro, como expresión del amor de Dios al hombre, pudieron llevar por todos los confines de la tierra, esa buena nueva que es Jesus, y su capacidad de transformar la existencia para alcanzar la salvación y la vida plena al hombre. Por todo esto, para mi creer y tener fe en que Jesus es Dios y hombre a la vez, creer en la divinidad de Jesus, y no en una mera capacidad salvadora existencial desligada de su presencia como ser divino, es la piedra angular de mi fe y de mi filiación al cristianismo, como camino seguro de salvación y de amor integral a y con Dios.

Con ello no quiero excluir otros caminos como validos para llegar a Dios, caminos en los que no se conoce o experimenta a Jesus, por el contrario, se y reconozco que los caminos a Dios son muchos y todos validos, si son una búsqueda y seguimiento autentico de ese Dios que a todos nos ama y en todos anida, pero también se y creo que en Jesus de Nazaret se encarna y vive, y es Dios,y por ello imitando y haciendo de la vida de Cristo un esquema propio de vida, es una forma segura de lograr ese encuentro pleno y vivificador y salvación que es Dios.

La explicación histórica que da Leaners para sustentar que el concepto de la divinidad de Jesus es pagano y no judio, y que ese concepto pagano fue el que prevaleció en la Iglesia de Cristo, es interesante, una explicación respetable, pero no por ello unica e incontrovertible. Pueden haber otras explicaciones y racionalizaciones para pretender explicarse el fenomeno de Jesus de Nazaret.

En la siguiente reflexion de este curso, trataré algo al respecto, y daré mi propia interpretación, que solo es un criterio o una forma de opinar, lo importante sin embargo, es que no perdamos de vista, que a Jesus mas que explicárnoslo racionalmente, lo tenemos que experimentar y vivir profundamente en nuestro interior, buscamos más la experiencia de Jesus, hombre y Dios a la vez, que su comprensión como ser de naturaleza dual, humana y divina a la vez.

domingo, 12 de diciembre de 2010

COMENTARIO DE ANA LAURA JIMÈNEZ AL CAPÌTULO VIII

"EL CRISTIANO NO HACE EL DIÁLOGO, ES EL DIÁLOGO EL QUE HACE AL CRISTIANO". (Paulo VI)

MI APORTACIÒN AL CAPÌTULO 8


A Jesús, desde su aparición, se le ha interpretado de muchas maneras. Se le interpretó como Rabino, como un Profeta, como al Profeta que anuncia la llegada del Reino de Dios, como al Mesías, como Ángel de Dios, como Hijo de Dios en sentido hebreo (elegido de Dios, amado por Dios), como Hijo de Dios en sentido helenista, como Logos de Dios. Se ha pensado que recibía la misión y la filiación divina en el Jordán, o bien que la recibía en su muerte y resurrección. Se le ha interpretado como no preexistente, como vagamente preexistente como dínamis de Dios, como claramente preexistente.

Durante siglos se dieron estas diversas interpretaciones, sin que una de ellas se impusiera claramente a las otras. Con la destrucción de Jerusalén por el Imperio Romano, y con la conversión del “movimiento de Jesús” en religión oficial del Imperio, la interpretación helenista de Jesús, como Hijo real de Dios y como Logos de Dios, se impuso a las demás. Y se impuso por el apoyo del Imperio, porque era la interpretación más coherente con la ideología del Imperio. Desde esa posición oficial, se persiguieron las restantes interpretaciones hasta hacerlas desaparecer de entre los seguidores de Jesús. Jesús de Nazaret tenía que ser interpretado con una interpretación intocable, desde las creencias. No bastaba la fe, se requería de una fe-creencia. Es decir, se necesitaba un seguimiento de Jesús, una entrega a su invitación, -eso sería la fe-, que fuera además acompañada de una interpretación intocable, tanto de su persona como de su mensaje –eso sería la creencia-. La fe se hizo fe-creencia, fe-doctrina intocable. En el mundo bajo el Imperio de Roma, se adoptó la interpretación helenista de Jesús y se marginaron y persiguieron todas las restantes interpretaciones, especialmente la interpretación hebrea. Creo que hoy es necesario poder acceder a una fe en Jesús libre de creencias intocables. Eso significa acercarse a Jesús, con todo el corazón y con toda la mente, pero sin intentar interpretarlo, sin intentar describir su naturaleza.

Además de las razones culturales que nos disuaden de intentar encajonar a Jesús en una interpretación, aunque sea una interpretación sumamente ensalzadora de su figura, hay razones más profundas, espirituales esta vez, para no hacerlo. Jesús es un hombre que revela, manifiesta en su persona al Absoluto innombrable. Si Jesús revela ese Abismo Absoluto Innombrable, ese Abismo le invade con su vacío y con su condición inefable. Continúa siendo hombre, pero es un hombre invadido, empapado de Abismo. Su naturaleza humana no desaparece, pero queda envuelta por el Abismo Inconcebible.

Su naturaleza humana hace presente al Absoluto inconcebible, informulable; y al hacerlo, el Inconcebible le hace inconcebible a Él. La presencia de Jesús es la presencia del Absoluto mismo ininterpretable. Su humanidad es la presencia y la certeza de Eso inefable, absolutamente vacío de toda posible categorización o representación. Hablar de Jesús diciendo que tiene dos naturalezas, la naturaleza divina y la naturaleza humana, y una persona, la de la segunda persona de la Trinidad, es una manera de hablar que supone una noción de naturaleza humana y una noción de naturaleza divina. Esos son supuestos de una cultura que ya no es la nuestra. Para nuestro tipo de cultura, esa formulación nos resulta inadecuada. ¿Tiene algún sentido hablar de “naturaleza divina”? ¿Qué sentido puede tener hablar de la naturaleza del Inconcebible Absoluto? Todo hablar del Absoluto, o es puramente apofático, o es simbólico. Si es apofático sólo dice lo que no es. Si es simbólico es sólo un apuntamiento que se hunde en el abismo de lo inconcebible. Por otra parte, ¿qué sentido tiene hablar de la “naturaleza humana”? Hoy sabemos que lo característico de nuestra especie es la doble experiencia de lo real. Esa doble experiencia de lo real es el fundamento inconmovible del desfondamiento de nuestra manera de ser, que nos arrastra a una naturaleza no-naturaleza. En lo referente a nuestro acceso absoluto a lo real, que es nuestro acceso gratuito a lo real, no se puede hablar de naturaleza. Por ese lado de nuestro ser, quedamos desfondados; y por ese desfondamiento, el Innombrable nos invade, porque nuestro ser se hunde en su gran abismo. Aún comprendiendo y justificando la forma de hablar de la tradición, que enraíza en la cultura helenista, hoy no tiene mucho sentido hablar de las dos naturalezas de Cristo.

Además, aplicar la noción de persona a Dios es, también, una pura imagen, un símbolo. La noción de persona, entendida como el paquete de deseos y temores peculiares, exclusivos y primarios de cada ser humano, que funcionan como patrón de interpretación, valoración y acción de cada individuo, tampoco es aplicable a Dios, más que como símbolo que apunta hacia el abismo, más allá de toda posible conceptualización y representación. Por tanto, al decir que Jesús tiene dos naturalezas y una sola persona, la divina, con una formulación helenística, que pretende orientar nuestra aproximación a su ser, no hemos dicho nada conceptualmente coherente hoy. Entendida esa formulación como representación simbólica, tiene sentido, porque puede orientar nuestro trabajo interior; pero sabiendo que esa formulación no describe el ser de Jesús, sino que sólo nos hunde en el abismo inconcebible que se manifiesta en ese hombre y que, al hacerlo, lo envuelve en la espesa niebla del “sin forma, ni nombre”.

La revelación en Jesús nos lleva a comprender que Dios, el Padre (términos que son sólo símbolos), “el que es” (que es también una forma conceptual de apuntarle, pero no de describirle), no es “otro” de nada; y que la naturaleza humana no es “otra” del abismo de la divinidad. Por tanto, creo que la actitud correcta, en nuestras condiciones culturales, es acercarse a Jesús con fe, pero sin pretender interpretarle, silenciando todo conato de interpretación